Andalucía fue anarquista

La clase obrera andaluza, tanto rural como urbana, fue adquiriendo un mayor grado de organización hasta alcanzar su eclosión a partir de los años de la Primera Guerra Mundial. Preeminencia que mantuvo, frente a la socialdemocracia, primero, y al comunismo, después, hasta 1936. Frente a los cuarenta mil asociados que aproximadamente tenía la UGT en 1920, la CNT alcanzaba más de cien mil. Incluso en 1931, tras más de un lustro de práctica desaparición durante la dictadura de Primo de Rivera, los efectivos anarcosindicalistas casi igualaban a los del sindicato socialista. Cinco años después, la situación se había restablecido en favor de la CNT que sobrepasaba los ciento cincuenta mil afiliados en la región. Todavía un número sensiblemente inferior a los más de doscientos mil representados en el Congreso regional de 1933.

Pero no se trataba sólo de un mayor número de afiliados. La supremacía anarcosindicalista en Andalucía se manifestaba en otro elemento mucho más decisivo: controlaba prácticamente todos los sectores productivos más importantes de su economía y presencia social. Así ocurría en el mundo rural. Cierto es que entre los años veinte y los treinta las secciones de la Federación Campesina de la UGT se expandieron enormemente, llegando a ser mayoritarias en provincias como Jaén. Sin embargo, las zonas de las campiñas cordobesas, sevillanas y gaditanas -las más importantes desde el punto de vista demográfico, económico y social- continuarán prácticamente controladas por la CNT. Así lo confirmó el que, en 1932, la primera gran prueba de fuerza entre el recién nacido régimen republicano y el anarcosindicalismo agrario tuviera lugar en la provincia de Sevilla.
Las autoridades pensaban que el futuro de gran parte de sus medidas legislativas dependían de su capacidad para imponerlas en las comarcas de mayoría cenetista. De igual forma, los principales sectores urbanos -como la construcción, la metalurgia, el transporte o la alimentación- eran anarcosindicalistas. En un sector tan significativo como la construcción, hay que esperar hasta el mismo 1936 para que la UGT llegara, siquiera, a constituir su sindicato en muchas de las grandes ciudades andaluzas.

Podemos tomar como unidad de análisis los 92 partidos judiciales en los que Andalucía estaba dividida durante las tres primeras décadas del siglo xx. Un referente más cercano al carácter confederal andaluz y anarquista que la división provincial, que a menudo se saltaban las federaciones comarcales de la CNT. En ellos encontramos una significativa presencia anarquista en todas las capitales de provincia y en más de la mitad de los partidos. Pero mayoritaria en los más poblados de la cuenca del Guadalquivir que suponen casi el 65% del territorio andaluz.
El anarquismo dominaba en la práctica totalidad de las provincias de Cádiz, Sevilla, Córdoba y en más de la mitad de Huelva y Málaga. Desde la campiña cordobesa hasta su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda. Es decir, como ha escrito Jacques Maurice, la zona que denominamos habitualmente como «Baja Andalucía», el territorio que se extiende entre el curso inferior del Guadalquivir y la fachada marítima de los litorales gaditano y malagueño. Una especie de ancho cuadrilátero cuyos ángulos estarían en Montoro, en Córdoba; Valverde, en Huelva; Motril, en Granada, y Cádiz. Sus puntos débiles eran los municipios más orientales de la región pertenecientes a Almería y los de Jaén.

Desde la fundación de la CNT, y en los momentos en los que el anarcosindicalismo tuvo una cierta continuidad legal y celebró de forma pública congresos, Andalucía ocupó un destacado lugar. Fue la tercera federación en 1919 por el número de sus efectivos, aunque la primera por el de organizaciones locales presentes; la segunda, tanto en afiliados como en número de sindicatos en 1931 y, finalmente, la primera regional cenetista, tanto en número de afiliados como en organizaciones representadas, en 1936. Así, a la fuerte implantación geográfica y numérica en la región, al anarquismo andaluz hay que sumarle que fue también un puntal básico del movimiento libertario español. Persistencia que se observa desde las décadas finales del siglo XIX. Presentes los obreros andaluces desde la creación de la I Internacional en España, los adheridos a organizaciones de tendencia anarquista o anarcosindicalistas siempre estuvieron entre los más numerosos.
Ya durante la existencia de la FRE se crearon dos Comarcales, la Este y Oeste, que indicaba no sólo la amplitud territorial de la región, sino también el creciente número de sociedades y federados. En 1882, con motivo del congreso que la FTRE celebró en Sevilla, más del 60% de los trabajadores representados eran andaluces. Importante presencia que se mantuvo durante los primeros congresos de la Federación de Sociedades Obreras de Resistencia de la Región Española (FSORE).

No fue, por tanto, extraño que tras la creación de la CNT el anarcosindicalismo andaluz se convirtiera en uno de sus más sólidos pilares. Su importancia numérica era tan decisiva que se le consideró la «infantería» del movimiento revolucionario español. Si observamos las cifras de los congresos de la CNT de 1919, 1931 y 1936, vemos que la confederación andaluza nunca supuso menos del 15% del total de afiliados. Además, su trayectoria fue en ascenso. Si en 1919 eran poco más de una octava parte de la organización, en 1931 eran ya la cuarta parte y cinco años después un tercio del total de los sindicalistas. Predominio numérico que se complementa con el geográfico. Ya en 1870-1872, durante los balbuceos de la organización obrera internacionalista nos encontramos con grupos de trabajadores y campesinos de diversas comarcas y poblaciones andaluzas. Muchas de ellas permanecieron fieles a los principios de acción del societarismo y sindicalismo ácrata. Es un hecho especialmente evidente en la práctica totalidad de las comarcas sevillanas, gaditanas, malagueñas y cordobesas que delimitan el mapa de máxima influencia libertaria.
Así ocurre en las provincias de Cádiz y Málaga. En el caso de la primera en todas sus comarcas. Tanto en la sierra, en Arcos, Olvera o Grazalema, como en la campiña, en Jerez, Sanlúcar de Barrameda o Medina Sidonia, y la fachada marítima y el Campo de Gibraltar. Las organizaciones de trabajadores de la capital gaditana estuvieron presentes en los congresos de la FRE de Córdoba en 1872; de Sevilla, diez años más tarde, de la FTRE; de Madrid de la FSORE de octubre de 1900, 1919 y 1931 o Zaragoza, 1936, de la CNT.
En el caso de Málaga es lo que ocurre en localidades como Alozaina, Cártama, Antequera, Humilladero y, sobre todo, en Ronda y la propia Málaga y las poblaciones de sus partidos judiciales. Parecida situación la encontramos en las tierras cordobesas. Sin embargo, en esta ocasión la implantación fue más tardía, durante la primera década del siglo xx. Aunque después ya se mostró persistente. Son los casos de Castro del Río, Espejo, Montara, La Carlota, Fernán Núñez y también la propia ciudad de Córdoba.
Las comarcas sevillanas se dividen entre las que el obrerismo libertario cuajó en las décadas setenta y ochenta del siglo XIX y en las que lo hizo en la segunda del xx. Entre las primeras están las de Carmona, Lora del Río, Marchena, Morón de la Frontera, Osuna y Utrera. Entre las segundas las de Cazalla de la Sierra, Estepa y Sanlúcar la Mayor. En el caso de la propia ciudad de Sevilla, si bien la presencia del obrerismo libertario es muy temprana, en las restantes poblaciones de influencia directa no aparece hasta los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, como manifestación del desarrollo económico y los movimientos demográficos que se produjeron en ese período.

En Huelva, Jaén y Granada la presencia y persistencia fue mucho más inestable. Junto a momentos de gran influencia hubo otros de práctica, si no total, desaparición. Así, la capital onubense y otras localidades como Ayamonte o la comarca minera de Río Tinto y Nerva contaban con una cierta tradición. Aunque hubo una eclosión durante la II República en todas ellas. Como islas anarcosindicalistas, y nunca en solitario, tenemos los casos de La Carolina, Linares, Peal de Becerro y Santa María de Rus en Jaén, o la capital y Motril en Granada. Este importante número de comarcas que durante esas décadas contaron con una significativa presencia anarquista nos lleva a plantear que las ideas libertarias tuvieron durante este período una amplia extensión.
Vicente Ballester Tinoco

Otra de las inmensas tareas por realizar es la de rescatar del olvido, y en muchos casos de la infamia, a los miles de militantes anarquistas que, en comarcas y pequeñas o grandes localidades, ejemplificaron la importancia del movimiento libertario en Andalucía. Incluso de las figuras que han pasado a la mitología de toda la sociedad española, caso Fermín Salvochea, hoy venerado como «santo» por ciertas capas populares de Cádiz, no existen biografías completas, ni mucho menos la recopilación de su obra. Por tanto, es fácil imaginar qué sucede con los militantes de pequeñas poblaciones. La simple enumeración de algunas decenas de ellos se convierten en el mayor elemento de comprensión de hasta qué punto las ideas libertarias fueron, durante estas décadas, un elemento consustancial de la sociedad, economía y cultura andaluza. Muchos de ellos eran campesinos o trabajadores urbanos. Pero también encontramos a artesanos, burgueses desclasados, la mayoría de ellos procedentes del republicanismo. Fueron los casos de Francisco del Águila Aguilera o José Vizcaíno Zapata en Almería; José Aguayo Cuesta o Juan Chacón Uceda en Jaén y Fernando Claro, Higinio Naja Ruiz o Isabelo Romero en Huelva.
El 22 de agosto se cumplieron 77 años de la muerte de Diego Rodríguez Barbosa, anarcosindicalista, maestro, escritor y articulista que fue asesinado en 1936 en el Arroyo del Sotillo por chiclaneros del bando fascista, que tras torturarle le cortaron la cabeza y jugaron al fútbol con ella. No fue el único caso parecido a éste que hubo en Chiclana. Fue obrero y campesino, luchador y defensor de los derechos de estos.

De la provincia de Cádiz, uno de los más importantes feudos ácratas de estas décadas, se puede citar a José Crespo Sánchez, Manuel García Liaño y Juan Rueda López en el Campo de Gibraltar; José Aragón Morillo, Tomás Torrejón, José Bonat Ortega, Antonio Carrero Armario, Diego Rodríguez Barbosa, Clemente Galé Campos o José Jarana en la capital y costa atlántica; José Fernández Lamela, José Guerrero Bocanegra, Juan Ruiz Ruiz y Honorio Marín en la comarca de la Campiña y zona vitivinícola jerezana; José Gómez, José Romero o Francisco López Vera en la Sierra, y José Olmo en la comarca de La Janda.
Nació en Torreperogil  (Jaén) el 21 de Febrero de 1886 aunque residió en Córdoba y Sevilla. En 1907 abrazó el anarcosindicalismo, ideología en la que basó su lucha durante los años más convulsos del siglo XX siendo uno de los dirigentes anarquistas más influyentes y conocidos de principio de siglo. Juan Gallego realizó numerosos viajes por toda Andalucía con el objetivo de implantar la CNT en los tajos y difundir la defensa del campesinado en los latifundios andaluces.

En Córdoba, otro de los baluartes ácratas andaluces, se puede citar a Pedro Algaba, Salvador Cordón Avellán o Lucas Centella Aranda en Castro del Río; Juan Gallego Crespo o Alfonso Nieves Núñez en Bujalance y Bartolomé Montilla Rull en la capital; Antonio Galisteo en Baena; Antonio Pérez Rosa en Fernán Núñez; Manuel Manzano del Real en Espejo; Tomás Martínez Fresco o Manuel Pérez Pérez en Montara; José Rodríguez Moreno en Montilla y Aquilino Medina en Pueblo Nuevo del Terrible.
El 18 de noviembre de 1938 muere en Barcelona (España) el intelectual y pedagogo anarquista Abelardo Saavedra del Toro, citado a veces como Abelardo Saavedra Saavedra . Había nacido el 21 de enero de 1860 en Villamartín (Cádiz, Andalucía, España).

La provincia sevillana podría aportar varias centenas de estos militantes ácratas que, con su acción, dejaron la impronta libertaria en la región durante estas décadas. Algunos de ellos fueron Miguel Rubio, los hermanos Juan, Julián y Miguel Arcas, Fernando Uclés, Manuel Viejo Vital, Francisco González Sola, Antonio Martínez de León, Miguel Mendiola Osuna, Antonio Ojeda, Carlos Zimmermann, Rafael Peña García en la capital; Eduardo Domarco en Aznalcóllar o Antonio González Tagua, Abelardo Saavedra del Toro, Bartolomé Larda Urbano o José Margalef Margalef en Morón de la Frontera.

Antonio Cañete Rodríguez
En Granada, fundamentalmente en la capital de la provincia, nos encontramos a Antonio Cañete Rodríguez, José Alcántara García, Antonio Morales Guzmán, José Zarco, Francisco Titos López o Francisco Santamaría Fuentes. Así como José López Manchón en Maracena, Francisco Pereira Ruiz en Lanjarón o Antonio Terrón Ballesteros en Motril.
Cipriano Damiano González
En Málaga tenemos a Cipriano Damiano González, Enrique López Alarcón, Miguel Pino, Juan Santana Calero y Victoriano Mairena en la capital; Diego Gómez García en Teba; Francisco Hiraldo Aguilar, José Hiraldo Sánchez y la familia López Calle en la serranía de Ronda y Miguel Martas Cobas en Mollina. Además de la presencia en Melilla de militantes tan destacados como Celedonio Díaz, José García Viñas o Paulina Díez Martín.
José Sánchez Rosa nació en Grazalema, Cádiz, en 1866 y murió asesinado en Sevilla en 1936.
A los 17 años, recién casado, abandonó su pueblo natal para dedicarse de forma incansable a la enseñanza de los jornaleros y a la difusión de las ideas anarquistas hasta el fin de sus días. A partir de los hechos en de la Mano Negra en 1883, fue detenido en diversas ocasiones y condenado a diferentes penas, incluida la de muerte, que le fue conmutada por la de cadena perpetua. En 1900 fue indultado tras cumplir parte de su condena en el penal de Ceuta, instalándose primero en Aznalcóllar y luego en Sevilla, donde viviría hasta su muerte y sin parar nunca de enseñar.

El prestigio de muchos de ellos traspasó las fronteras andaluzas. Los nombres de Fermín Salvochea Álvarez, Pedro Vallina Martínez y Manuel Pérez Fernández son sinónimos de anarquismo. Como el de José Sánchez Rosa lo es del maestro ácrata que difunde la idea por campos y ciudades. En los primeros balbuceos del internacionalismo obrero, la fascinante figura de Nicolás Alonso Marselau representó a los trabajadores ibéricos en los congresos de La Haya, Bruselas y Saint Imier; y Trinidad Soriano, delegado de los obreros sevillanos al congreso de la FRE de 1872 en Zaragoza, presentó el dictamen sobre la «enseñanza integral». Tras la fundación de la CNT, Francisco Jordán, Progreso Alfarache Arrabal y Manuel Rivas alcanzaron el puesto de secretario nacional.

También ocuparon altos cargos en las organizaciones campesinas nacionales Antonio Rosado López, Diego Martínez Domínguez o Sebastián Oliva. Vicente Ballester Tinoco y Miguel Pérez Cordón fueron habituales firmas en la prensa cenetista nacional. Ambos pertenecieron a la redacción del periódico eNT y escribieron novelas en la colección de la familia Urales. El anarquismo madrileño no es comprensible sin las figuras del sevillano Melchor Rodríguez García, aprendiz de torero, destacado miembro de la FAl y director general de prisiones, bajo el ministerio de García Oliver, desde donde procuró que a los prisioneros se les tratara dignamente y terminaran «sacas» y «paseos», o del madrileño de nacimiento, casi cordobés de adopción, Mauro Bajatierra Morán, anarquista individualista que prefirió morir antes que ser sometido por los vencedores. Frecuente fue la presencia, en los más diversos puntos del Estado, junto a Eduardo Barriobero, del abogado granadino Benito Pabón y Suárez de Urbina.
A partir del verano de 1936, la más vesánica represión se abatió sobre estos hombres y mujeres que vislumbraban sus aspiraciones. Miles fueron asesinados y otros tantos encarcelados, vejados y reducidos a la condición de esclavos de los vencedores en campos de concentración y batallones de trabajo. Muchos marcharon al exilio para no volver nunca y hubo quienes decidieron continuar la lucha en campos y ciudades. En Andalucía, la guerrilla actuó significativamente hasta, al menos, 1950. Fueron los casos de la partida de «Los Jubiles» de Bujalance por las sierras cordobesas de Montara, Almodóvar y Hornachelos; de los hermanos Quera Robles o la de Antonio Raya González en Granada; Bernabé López Calle, jefe en 1949 de la Agrupación Fermín Galán que actuó en las provincias de Málaga y Cádiz. Todavía a finales de febrero de 1952 la Guardia Civil abatía en Ubrique (Cádiz) a un guerrillero ácrata: Antonio Núñez Pérez.

Fuente:
Andalucía y el anarquismo. José Luis Gutiérrez Molina.

Texto completo en Pdf:
http://www.ahistcon.org/docs/ayer/ayer45/ayer45-06.pdf

1 comentario:

Mónica G. Carbonell dijo...

Hola, soy familiar de uno de los mencionados desaparecidos el verano de 1936. Lo que dices es sacado del pdf que mencionas o conoces el tema porque lo has investigado? Porque si lo has estado investigando, me gusataría saber más.