La traicion de la hoz y el martillo. Erick Benitez Martínez

 
 
A todos los trabajadores revolucionarios que fueron asesinados ruinmente bajo los regímenes marxistas en Rusia, España y otras partes del mundo; a la memoria de ellos.

 
El marxismo, al igual que el Estado capitalista que nos gobierna ahora, piensa que el pueblo es un niño de diez años que no sabe cómo dirigir su vida, ni tomar decisiones acertadas y por ello propone que la revolución al igual que la vida en sociedad sea dirigida por los “hombres más aptos” “más inteligentes”. Siempre el prejuicio burgués de la “necesaria” dirección de la revolución por una categoría más elevada de intelectuales; un tinte claramente blanquista se asoma en ello.

Es claro que si el ser humano es incapaz para gobernarse a sí mismo, quienes pretenden gobernarlo al constituir parte de la humanidad se encuentran en la misma situación de incapacidad, no sólo para gobernarse a sí mismos, sino a la vez al pueblo. Nos veríamos entonces en la necesidad de buscar esta dirección en una esfera ajena a la humanidad, lo que es un absurdo. Por el contrario, el ser humano es capaz de gobernarse a sí mismo, y las direcciones y los líderes sobran. Es verdad que hace falta coordinar y poner en orden las cosas, pero para eso el pueblo se basta a sí mismo: ingenieros, arquitectos, técnicos y demás elementos deben constituir un apoyo a la revolución, y no la dirección.

Pues bien, una revolución realmente socialista debería plantear la igualdad de derecho y deberes para todos - Con excepción de los discapacitados, ancianos, niños, etc.-: la equidad. Plantear que el pueblo es el que sufre los estragos que inflige el Estado, y que por lo mismo, es el pueblo el que mejor sabe lo que le afecta o beneficia. Que es el pueblo el que ha de hacer la revolución y el que ha de dirigir la vida en sociedad, sin intermediarios, ni dirigentes que actúen, o pretendan actuar en su nombre. Pues, ¿Qué puede hacernos pensar que estos personajes son tan maravillosamente correctos, investidos de una divinidad suprema y estar, por ello mismo, exentos de todo error, de corromperse estando en el poder?

Nunca ha habido ni habrá una sola persona que al estar en el poder no traicione tanto a su gente como a sus propias convicciones. Sabemos perfectamente que el pueblo puede (y debe) dirigirse con completa independencia de los dirigentes de cualquier tipo, encaminar la revolución por caminos y con medios de libertad; porque, como dijera Bakunin: <<a la libertad sólo se puede llegar por caminos de libertad>>.

Aquí es donde comienzan los contrasentidos del marxismo, siendo Marx el creador de ese aforismo que la clase obrera ha hecho suyo: “La Emancipación de los Trabajadores ha de ser obra de los Trabajadores mismos o no será” falta gravemente a éste (ya desde la Internacional) pretendiendo ser ellos los que lo organicen todo, por ser, según ellos, los más conscientes. Relegando a las clases más pobres que según ellos tenían que liberarse a sí mismos a la condición de “ponerse a la retaguardia del proletariado” como decía Bujarin, y como Lenin también lo decía:

<<Sólo el proletariado –en virtud de su papel económico en la gran producción—es capaz de ser el jefe de todas las masas trabajadoras explotadas>>

Más delante Lenin con una buena retórica nos dice que para ellos el pueblo es tan sólo un rebaño:

<<Educando al partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente y el jefe de todos los trabajadores y explotados en la obra de organizar su propia vida social, sin la burguesía y contra la burguesía>>

Y nos lo confirma de nuevo conforme la teoría del mismo Marx:

<<La teoría de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado, y la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación política del proletariado>>

Y de esta manera, ya no es el pueblo liberándose a sí mismo, sino un grupúsculo de hombres que los liberarán de un yugo… ¡pero para ponerles otro! Un movimiento que es guiado por una vanguardia, y que sólo se deja guiar por ellos, sin intervención. Asistiríamos, pues, al encumbramiento de un nuevo poder autoritario al que el pueblo se ha de ver sometido sin rechistar.

Afortunadamente la revolución social, como bien decía Kropotkin “no es un simple cambio de gobernantes”.

Si bien podría alguien intentar argumentar que en la revolución española se hizo algo similar, siendo las organizaciones anarquistas (principalmente C.N.T. F.A.I. F.I.J.L.) las que organizaban las colectividades libertarias. Pero tal argumento cae, al notar que dichas colectividades eran creadas por el pueblo mismo, organizado en los sindicatos, sin presión alguna:

Los campesinos anarquistas no esperaron «órdenes» ni de Durruti, ni de nadie, para realizar las colectivizaciones: el levantamiento franquista y la respuesta revolucionaria, la entrada de la columna de milicianos en Aragón, fueron para ellos la señal de que había sonado la hora de la revolución social. Al igual que en las colectivizaciones industriales, lo que caracterizó al movimiento campesino fue la espontaneidad. La presencia de los milicianos anarquistas favoreció sin duda la creación de las comunas libertarias, pero no fueron ellos quienes las crearon.

Las colectividades agrarias se formaron espontáneamente en toda la España republicana, en Cataluña como en Aragón, en Levante como en Andalucía o en Castilla. Nadie, ningún partido, ninguna organización dio la consigna de proceder en ese sentido; pero el campesinado avanzó resueltamente por esa vía con una seguridad y una decisión que ha llenado de asombro y de admiración incluso a los que esperábamos mucho del espíritu popular español. Y hay que advertir que en esa práctica del trabajo colectivo, de la asociación de esfuerzos, de animales, de tierras, de máquinas, no hubo socialistas y anarquistas; todos han procedido de igual manera y han competido en emulación y en comprensión.

Esta ayuda de los sindicatos no era en modo alguno al margen del pueblo, sino con la participación directa de éste mismo. Sindicatos horizontales, que se guiaban no por una autoridad, sino por las decisiones que el mismo pueblo tomaba en ellas.

Una pretendida vanguardia, en su loca carrera de organizarlo todo terminaría irremediablemente entregando las riendas de la revolución a los antiguos explotadores; si es que no prefieren antes fundirse con ellos. 

¿Es que acaso éstos que pretenden erigirse en directores de la revolución, están investidos de algún poder divino que les haga infalibles a error? ¿Es que acaso son una especie de mini dioses a los que podemos confiarles nuestra libertad? ¡En modo alguno! La libertad no se confía más que a uno mismo. Y haciéndola engrandecer junto a la libertad de los demás.

¿Qué ha sucedido cuando unos supuestos líderes o dirigentes han intentado organizar los movimientos revolucionarios, o siquiera pequeños levantamientos populares por medio de un órgano centralizador? siempre, siempre han terminado por traicionar aquello que decían defender (piénsese en Rusia, o en Cuba) no, la revolución social, y con ella la organización de todo lo que ello conlleva, la ha de hacer el pueblo mismo, sin nadie por medio quien lo organice, quien esté imbuido en todo lo que le compete, ha de ser el pueblo quien sea el protagonista de sus errores y de sus aciertos, pero sólo el pueblo, ¡no más dirigentes traidores! ¡No más lideres ni vanguardias! ¡El pueblo es quién es explotado, y es ridículo pensar que esto lo comprendan siquiera los que pretenden gobernar al pueblo!

“Cuando quieras saber algo que interesa a los pobres, jamás preguntes a los amos” nos decía Malatesta. Así mismo, cuando de los intereses del pueblo se trate, jamás recurramos a quien aspire a gobernarlos, pues ellos tampoco harán más que traicionar.

Para prueba de ello ¿Qué ha sucedido en México con los movimientos izquierdistas de tinte marxista? ¿Cuál fue su postura en el periodo de la candidatura a la presidencia de México en el 2006? ¿Qué es lo que han dicho al pueblo, que han aconsejado a éste? ¡Apoyar al candidato del P.R.D! apoyar a que uno más de entre todos los aspirantes a la presidencia de México, uno de tantos aspirantes a vivir a costillas del pueblo, uno de tantos gobernantes que someterán al pueblo a un gobierno nuevo, pero igualmente opresor y explotador, apoyarle a subir al poder, ¡que desvergüenza de estos “señores”, que en nombre de la “emancipación del pueblo” apoyaban a quien de emancipación del pueblo ¡no quiere saber nada! y esto es lógico, pues ningún gobernante quiere ni va a querer saber nunca nada de “emancipación del pueblo” pues ello equivale a decir que si hay emancipación del pueblo, se terminan sus privilegios.

Aún recuerdo la gracia que me causó ver una pancarta con una consigna que después sería reproducida en el Boletín de El Militante, y que ahora mismo tengo en las manos:

<<¡Estamos listos, señor, usted ordene!>>

¡Qué desvergüenza de estos señores que dicen combatir a la burguesía…! ¡Apoyando a un burgués! ¡Fundiéndose con la burguesía!

Si estos señores en verdad deseaban la revolución y el socialismo integral, su deber era (como hicieron –y hacen- los anarquistas) aconsejar al pueblo a no seguir el juego al Estado participando en sus actos políticos, y en lugar de ello, combatirlos a todos, luchar por la revolución social contra todos los gobernantes. Pero no, los que se denominan a sí mismos la “Vanguardia” de la revolución aconsejaban el apoyo al candidato de izquierdas. La fusión con la burguesía. Estas actitudes se deben en parte a que Marx aconsejaba lo mismo en el Manifiesto del Partido Comunista, leámosle un poco hablando a cerca de Alemania y el actuar de los “comunistas”:

<<En Alemania, el partido comunista lucha al lado de la Burguesía. En tanto que esta actúa revolucionariamente [!!!] contra la monarquía absoluta>>

Y veamos lo que aconseja a los miembros del partido comunista en el mismo manifiesto:

<<Finalmente, en Alemania está todavía por delante la lucha decisiva entre la Burguesía y la monarquía absoluta. Pero, como los comunistas no pueden contar con una lucha decisiva con la burguesía antes de que esta llegue al poder, les conviene a los comunistas ayudarle a que conquiste lo más pronto posible la Dominación, a fin de derrocarla, a su vez, lo más pronto posible. Por tanto, en la lucha de la burguesía liberal contra los gobiernos, los comunistas deben estar siempre del lado de la primera>>

Hacer estas menciones, son sólo para dar una pequeña prueba de lo que lleva una “Vanguardia”.  Pero, ¿Qué es en realidad lo que los marxistas quieren decir con vanguardia de la revolución? ¿Se referirán al pueblo entero en armas contra sus explotadores? Evidentemente no, porque afirman que el pueblo debe tener una dirección centralizada –vanguardia-, es decir, líderes; entonces no es el pueblo quien dirige, sino los dirigentes y, en su caso más extremo, el dirigente; el mismo Lenin nos lo dice bien claro en sus Obras Completas:

<<La democracia socialista soviética no se contradice con el dominio y dictadura de una sola persona: los deseos de una clase a veces se expresan mejor a través de un dictador>>

¿No hay en ello rasgos de un marxismo tipo monárquico?

Si alguna vez el pueblo se dejase engañar por estas fraudulentas promesas, entonces ya se sabe: quien tiene las riendas, tiene la dirección; quien tiene la dirección, tiene el poder; quien tiene el poder, se corrompe; y quien se corrompe traiciona.

Quien pretende erigirse en directriz de la lucha revolucionaria, no es porque en sus deseos esté el ayudar al pueblo. Esto, como máximo, puede estar en sus palabras de los labios para afuera, porque para dentro de sí mismo, sabe que ello no es sino el pretexto para ver qué beneficios puede sacar, a costa siempre del pueblo.

La negación de los representantes del pueblo, la negación de las vanguardias, la negación así mismo de los líderes, es el comienzo de la autonomía, de la horizontalidad, y al mismo tiempo, de la negación del poder y de la afirmación de la libertad de los pueblos.


Negar pues, pueblo, cualquier intento de vanguardia, cualquier pretensión de representación.

Porque la revolución se hace para ser libres, sin dios ni amo, por esto mismo, si lo que se busca es la igualdad entre las personas, es del todo contradictorio tratar de entablar relaciones de desigualdad entre éstas, es decir, relegar al pueblo a vil rebaño que sigue a sus líderes a ojos cerrados, confiando su libertad a seres que NO están exentos de errores.

Se nos dirá que esta vanguardia revolucionaria que guíe al pueblo hacia su emancipación es necesaria, para saber llegar a esta misma emancipación; nos dirán los doctos del marxismo que sin esta vanguardia, sin esta dirección, el pueblo no llegará a su emancipación.

Pero es mil veces preferible la ignorancia de un pueblo que la erudición de quienes le esclavizan.

El pueblo lleva en sí mismo los instintos de libertad que le guían hacia donde ésta se encuentra. No hace falta un erudito que venga a decirle al pueblo lo que éste quiere. Los técnicos e ingenieros han de actuar, no como líderes o jefes, sino como complemento de la construcción económica. Los cabecillas que pretendan erigirse en los nuevos amos bajo pretexto táctico han de ser inmediatamente relegados de la lucha social, hasta que abandonen sus pretensiones dictatoriales.

Los libres acuerdos, la horizontalidad y la más amplia libertad han de ser los únicos postulados que han de estar al frente de la lucha, las directrices piramidales y la disciplina de cuartel han de ser suprimidas.

La autodisciplina como un sentido de responsabilidad de sí mismo para con la lucha y la comunidad, ha de hacer inútil y superficial toda la palabrería sobre la dirección de hierro a manos de los jefes y los dictadores.

¡Cuántos ejemplos no hay en la historia en donde los campesinos, los analfabetos y en general esa masa popular e ignorante que con tanto desprecio miran los marxistas, le dan el ejemplo a los más eruditos de cómo organizar una sociedad sin coacción!

¡Mírese si no las colectividades aragonesas de la España del 36! ¡Mírese si no las comunas de los Makhnovistas Ucranianos! ¡Mírese si no las comunas de la época medieval!

No hace falta la dirección desde arriba para organizar lo que se encuentra abajo, al contrario: la ignorancia de los de abajo sostiene a los de arriba.

Un pueblo que no se deje gobernar, que no permita a nadie situarse por encima de nadie estamos seguros, y no tenemos miedo en afirmarlo: sabrá organizarse por sí mismo, conforme las circunstancias lo exijan, y excluyendo a los líderes o gobernantes de cualquier talla.

Esta desconfianza a la capacidad popular para organizarse por sí misma es lo que lleva a los marxistas a proponer todo el tinglado de postulados autoritarios para gobernar al pueblo salvaje e inculto, como ellos le creen.

En realidad no piensan de manera diferente al poder actual.

Vanguardia y revolución, son dos términos incompatibles, el pueblo trabajador debe de luchar por conseguir la igualdad entre las personas, lejos de cualquier intento de “vanguardia” bajo cualquier nombre que se quiera adjudicar. El rechazo de este principio blanquista es un pilar esencial en la lucha revolucionaria.
 
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