La lucha de las mujeres por sus derechos 3ª Parte (S. XX Hasta 1931)

 
 
<<Si la mujer es inferior al hombre respecto a fuerza, en cambio, como reproductora de la especie, es el primer obrero de la humanidad. Por otra parte, se exagera en exceso la inferioridad muscular de la mujer. Históricamente, la mujer ha sido siempre la principal bestia de carga, y en la actualidad comparte con el hombre los trabajos más penosos. >>
 
Teresa Claramunt
 
A finales del siglo XIX y principios del XX, el Estado reforzaba las medidas discriminatorias que aseguraban la subordinación femenina mediante la discriminación legal, la desigualdad educativa y política y las restricciones laborales. La ideología conservadora predominante también fortalecía los mecanismos de dominación y subordinación de género. Sin embargo, las mujeres estaban lejos de ser meras víctimas de una sociedad patriarcal; eran protagonistas de la dinámica social, agentes potenciales del cambio en un proceso histórico completo en el que, como grupo social, eran actores con un papel importante que jugar.

 
En muchas ocasiones la experiencia colectiva de las mujeres sobrepasó las fronteras del hogar y dio lugar a relaciones complejas entre los ámbitos público y privado. A pesar de los numerosos obstáculos, las mujeres exigieron, unas veces tímida, otras enérgicamente, un remedio de los agravios y lograron algunos adelantos culturales y educativos. No siempre se consideraban víctimas de su rol tradicional de esposas y madres y para defender los intereses de sus familias llegaron en alguna ocasión a la movilización violenta y a las incursiones en la esfera política. Algunas mujeres excepcionales rompieron las cadenas de la conformidad expresando públicamente su descontento y exigiendo mayores oportunidades educativas y políticas. Además, surgieron algunas voces que exigieron el derecho al voto femenino.

Nuestro conocimiento histórico es insuficiente aún para poder calibrar hasta qué punto la movilización femenina en España era específica de género a sólo parte de unos conflictos sociales más generales. La experiencia histórica de las mujeres españolas todavía no está documentada del todo y por ello es difícil discernir qué estrategias de resistencia utilizaron y cómo y por qué se movilizaron y con qué objetivo. El silencio que rodea su memoria colectiva está empezando a romperse, de modo que lo que se puede vislumbrar acerca de su participación en la acción colectiva es sólo una impresión forzosamente incompleta. No obstante, los datos tienden a apoyar la idea de que el protagonismo femenino en el terreno de la acción social durante el siglo XIX fue mayor de lo que nos había hecho creer la historiografía hasta hace poco.
 
“Mariana Pineda en capilla”, Juan Antonio Vera Calvo, 1862. El cuadro preside la Sala de Portavoces del Congreso de los Diputados

Todavía ha de estudiarse el papel que jugaron las mujeres en la lucha entre las fuerzas liberales y el Antiguo Régimen absolutista y represivo. Sin embargo, algunos acontecimientos -como la existencia de un batallón femenino liberal que apoyó al general Lacy en las primeras luchas del liberalismo español, la ejecución de Mariana Pineda por ayudar al movimiento liberal clandestino y la imagen elocuente de las obreras de Barcelona que en los años 1820 ayudaron a la causa liberal formando varios escuadrones de milicianas armadas con picas que tenían la tarea de asistir a los heridos-  indican que tuvieron una cierta participación en la lucha liberal que tuvo lugar a principios del siglo XIX.

También existen pruebas que demuestran la importante participación de las mujeres en el complejo conflicto económico y socio-político que se vivió en Barcelona en el verano de 1835. Mientras duró el conflicto, ardieron seis conventos, el representante de más alto nivel del gobierno de Madrid fue asesinado y se destruyeron públicamente documentos oficiales al grito de “¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad!”.

Finalmente, la recién inaugurada fábrica textil de El Vapor, símbolo del floreciente capitalismo industrial catalán, fue incendiada. La cadena de acontecimientos está íntimamente ligada a la crisis del absolutismo español y al comienzo de la revolución ligada en España. Los ingredientes de esta revuelta popular hay que buscarlos en la respuesta a una crisis económica que combinaba factores tradicionales y nuevos: por un lado, la clásica revuelta de subsistencias producida por el aumento del coste de los productos alimenticios y, por otro, la lucha de los obreros contra la introducción de nuevas tecnologías en la industria textil. La creciente proletarización debida a una industrialización en auge afectaba también a la situación de las mujeres en tanto que trabajadoras.

La revuelta también tuvo connotaciones políticas, pues supuso una lucha por el poder entre fuerzas rivales durante la transición a un nuevo Estado liberal en España.

Al parecer las mujeres jugaron un papel importante en estos conflictos. En el verano de 1835, las autoridades publicaron un bando en el que les prohibían expresamente reunirse en las calles y participar en las protestas. Las mujeres estaban sometidas a una clara diferenciación de género, pues el bando proclamaba que aquellas que tomaran parte en los disturbios serían calificadas de “mujeres públicas”, es decir, prostitutas, y castigadas como tales:

<<Las mujeres que sigan el tumulto sobre contravenir los bandos, demuestran tener un alma poco delicada y ser de procedencia poco decorosa, por tanto se reputarán como mujeres públicas, y se les aplicará la pena que las leyes tienen establecidas…>>

A finales del siglo XIX también hallamos datos dispersos de que las obreras intentaron crear sus propias organizaciones para proteger sus intereses, como es el caso de las catalanas que, en 1891 de establecer una de las primeras asociaciones autónomas de trabajadoras.

En el curso de una serie de asambleas de masas que organizaron para celebrar el 1 de mayo (Día Internacional del Trabajo), se propuso la creación de una asociación que representara a las obreras de todos los ramos y oficios con el propósito de defender sus interesas, mejorar sus condiciones laborales y “contrarrestar la codicia de los jefes que nos condenan a una pobreza vergonzosa y a un sufrimiento continuo”.

En la primera asamblea estuvieron presentes mujeres de muy distintos ramos. Todas las oradoras eran mujeres entre las que se contaban una camisera, una encuadernadora, una zapatera, una obrera textil, una criada y una sastra.

En la asamblea del 26 de abril de 1891 estaban representados cuarenta y siete grupos diferentes de trabajadoras y en ella se airearon los agravios que sufrían las mujeres. Aunque parece ser que la organización de la asamblea había sido una iniciativa espontánea de las trabajadoras, las anarquistas jugaron un papel decisivo en ella.

(1862-1931)
Quizás la primera revolucionaria española del siglo XIX. Anarcosindicalista.
Una de las militantes fundamentales del movimiento libertario español.

 Nació en Barbastro (Huesca) en 1862 aunque con pocos años se trasladó con sus padres a vivir a Sabadell.

Trabajó en el textil y defendió a ultranza los derechos de las trabajadoras explotadas.

Pasó largas temporadas en prisión y después del llamado "proceso de Montjuic" fué expulsada de España. Vivió en Francia y Gran Bretaña.
En 1898 volvió del exilio.

Líder de la huegla textil de 1902, fué desterrada por ello a Zaragoza.

En 1903 publicó: "La mujer, consideraciones sobre su estado ante las prerrogativas del hombre"
En 1911 fundó la revista El Productor. En esa fecha fué acusad de haber dirigido una huelga general en Zaragoza fué llevada de nuevo a prisión dos años más tarde de la Semana Trágica de Barcelona (1909) en la que también participó.

En 1929, muy debilitada, pronunció su último mítin.

 

La principal oradora fue Teresa Claramunt, la conocida activista anarquista y obrera textil que instó a las mujeres a expresar claramente sus agravios y a trabajar juntas para remediarlos. Las conclusiones generales de la asamblea señalaron la necesidad absoluta de que las mujeres se unieran para oponerse a la explotación del trabajo femenino. Poco después de que se formara la asociación, las costureras, zapateras y trabajadoras textiles crearon nuevas secciones y otros ramos diversos constituyeron una sección general.

Estas mujeres tenían un grado sorprendente de conciencia feminista. En efecto, una de sus resoluciones declaraba que se crearía una asociación separada y autónoma de trabajadoras, en la que los hombres estarían excluidos de su dirección, administración y representación a fin de evitar “las imposiciones masculinas basadas en una supuesta inferioridad femenina”.
 
Esta firme postura acerca del separatismo y la autonomía de las mujeres se puede atribuir, sin duda, a la influencia de la anarquista Teresa Claramunt, quien unos años más tarde iba a publicar uno de los primeros tratados sobre la condición social de la mujer en España escrito por una obrera. 

En él, Claramunt hacía hincapié en que uno de los mayores obstáculos al progreso de las mujeres era el sentido de superioridad de los hombres. También fue una de las primeras activistas sociales que defendió la auto-emancipación de las obreras que, según afirmaba, sólo se conseguiría mediante una lucha específica en tanto que mujeres.  Sin embargo, muy pocas obreras habían logrado un grado de conciencia feminista como el de Teresa Claramunt. De hecho, las trabajadoras organizadas ni siquiera exigían la igualdad con sus homólogos varones.
 
Muchas de ellas aceptaban la división del trabajo de género y la segregación laboral, y resulta significativo que algunas de las portavoces señalaran que las organizaciones obreras femeninas eran especialmente convenientes porque impedirían que las mujeres ocuparan puestos de trabajo que, por tradición, estaban destinados a los hombres.
 
Las fuentes documentales sobre el intento de crear una asociación autónoma de trabajadoras son fragmentarias, lo cual parece indicar que el proyecto no logró prosperar. Al parecer, la heterogeneidad de sus objetivos y tácticas, junto a un movimiento obrero masculino muy patriarcal y hostil, son los responsables de su incapacidad para movilizar a las trabajadoras catalanas en organizaciones autónomas separadas.

La creciente incorporación femenina a la fuerza de trabajo iba a dar lugar a una mayor participación de las mujeres en los conflictos laborales, especialmente en Cataluña, el País Vasco y Valencia, las zonas más industriales.  Esta participación era especialmente significativa en la industria textil, que no sólo era el sector más mecanizado y modernizado sino el que tenía una mayor concentración de mujeres; según datos oficiales, éstas no dudaban en participar en las luchas obreras.

De 1905 a 1921, hubo más obreras en huelga que obreros. Las últimas investigaciones han modificado la imagen habitual sobre la falta de conciencia social y laboral de las trabajadoras españolas o que fuera un obstáculo para el desarrollo de las luchas laborales y sociales. Ya no se puede alegar que las mujeres españolas eran trabajadoras apáticas y dóciles instrumentalizadas por los ideólogos de la derecha, pues ellas mostraban también un alto nivel de combatividad y resistencia.

Un ejemplo de movilización masiva de trabajadoras fue la Huelga de la Constancia que en el verano de 1913 movilizó a más de 13.000 obreras en Barcelona.  Las huelguistas exigían una jornada laboral de nueve horas, turnos de noche de ocho horas y subidas salariales. Al principio, la movilización se inició por un problema laboral básico, la aplicación de la legislación sobre el trabajo nocturno femenino. Sin embargo, la acción colectiva instigada por las mujeres fue mucho más allá de los simples objetivos sindicales y crearon nuevos canales de organización y lucha que incluían al movimiento obrero organizado y al conjunto de la comunidad obrera. Las mujeres se movilizaron de un modo decisivo por problemas tales como la escasez de alimentos, la subida de los precios de los artículos básicos y su distribución.

Durante la I Guerra Mundial, la movilización femenina se desató por la falta de alimentos y los altos precios en un contexto de agitación social general y de deterioro del nivel de vida de la clase obrera.  Las mujeres recurrieron a la acción directa y asaltaron las tiendas y los centros de distribución de alimentos en Barcelona, Málaga, Córdoba, Vigo, Madrid y Alicante, entre otras ciudades. En los casos de Barcelona y Málaga, que son los mejor documentados, se establecieron redes femeninas que se filtraron tanto en la comunidad local como en los lugares de trabajo y donde las mujeres jugaron un papel importante en el liderazgo y el desarrollo de la conflictividad social y la formulación de sus demandas.


(Almería 1879-1932). Periodista. Utilizaba el seudónimo de "Colombina". Madre soltera. Defensora del divorcio y del derecho al voto de la mujer. Autora de "La mujer moderna y sus derechos" (1927).

El desarrollo de la conciencia y la acción colectiva feministas basadas en cuestiones intrínsecas a las mujeres fue un proceso gradual. Carmen Burgos (1879-1932), maestra, escritora, feminista y miembro del Partido Socialista Radical, afirmaba que el primer acto público de las feministas españolas tuvo lugar en 1921, cuando repartieron en las calles un manifiesto exigiendo derechos civiles y políticos para las mujeres y lo presentaron en el Congreso y en el Senado.  En todo caso, los presupuestos feministas de estos primeros años rara vez llevaron a las mujeres a movilizarse o a actuar como colectivo que influyera sobre la política pública.

Los primeros indicios de conciencia feminista se pueden encontrar entre los socialistas utópicos, concretamente entre los partidarios de Cádiz del francés Charles Fourier, donde algunas poetas y escritoras colaboraban en la publicación de la revista El Pensil de Iberia en los años 1850.  Esta revista propagaba el pensamiento de Fourier por toda España y publicaba también poesía lírica, ensayos filosóficos y crítica social desde una perspectiva democrática; además, prestaba una gran atención a las mujeres y analizaba su situación tanto en el hogar como en el trabajo.

Aunque los fourieristas de Cádiz contemplaban el mundo a través del filtro del pensamiento cristiano y el idealismo romántico, defendían la igualdad entre los sexos, el fin de la supremacía masculina y la creación de unos nuevos cimientos para las relaciones entre los sexos basándose en la idea de Fourier de la “pasión atractiva”. También denunciaban que la explotación de trabajadoras era una injusticia y abogaban por la armonía social. Aunque desató las iras de las autoridades, parece que se mantuvo al margen del gran público femenino. 
 
Mujer Masona
La  censura y la represión política impidieron que la revista continuara publicándose. Las mujeres comprometidas con los fourieristas se asociaron más tarde con grupos espiritistas y librepensadores y con la Masonería, que a finales del siglo XIX se convirtió en un importante foro para el desarrollo del pensamiento feminista. 

Hasta principios del siglo XX, la emancipación y los derechos de la mujer eran los conceptos que se utilizaban para identificar las cuestiones femeninas. Sin embargo, en 1899, el término feminismo se generalizó en la prensa y las revistas de la sociedad española gracias al impulso recibido por la publicación del libro Feminismo de Adolfo Posada.

Adolfo González-Posada y Biesca, (Oviedo, 18 de septiembre de 1860 - Madrid, 10 de julio de 1944), jurista, sociólogo, traductor y escritor español vinculable al Regeneracionismo.

Este libro, dedicado a los antiguos alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, se basaba en una serie de artículos publicados previamente en La España Moderna. Con esta obra, la autoridad de un profesor universitario legitimó las reivindicaciones del feminismo con mucha más rapidez que las voces femeninas del momento y en 1915 se llegó a discutir la cuestión del feminismo en instituciones oficiales tan eminentes como la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Barcelona.  También para entonces las mujeres habían adoptado el término feminismo, que difundieron rápidamente aunque con diferentes interpretaciones del mismo.

Muchos de los movimientos femeninos que tenían lugar en España en los albores del siglo XX participaban activamente en el movimiento de reforma católica y redefinieron una versión del feminismo más en consonancia con sus convicciones ideológicas.

Así, conforme a los parámetros políticos e ideológicos de los movimientos nacionalista catalán y reformista católico en los que colaboraba, Dolors Monserdà redefinió el término “feminista” en 1909 en su obra Estudi Feminista. Rechazaba explícitamente la base cultural laica, seglar y ajena del feminismo británico y americano y redefinió su versión en armonía con los valores catalanes tradicionales. 

Como ella dijo, su propósito al escribir el libro era neutralizar el efecto de un feminismo ajeno que “florece en centros laicos donde, con la promesa de mejorar la vida de las mujeres, se expresan doctrinas subversivas y tremendamente desmoralizadoras porque alteran los principios y las verdades fundamentales de la Religión, la Familia y la Sociedad”.

En contraste, el anticlericalismo y una dura crítica de la religión constituían la base de otra corriente de feminismo que prosperaba en los círculos republicanos y librepensadores. Ángeles López Ayala era la promotora más importante de esta idea del feminismo a finales del siglo XIX. A través de las páginas de numerosas publicaciones como El Librepensador, periódico de la mujer y órgano del Librepensamiento y El Gladiador del Librepensamiento, apoyó la idea de que, para lograr la emancipación, las mujeres tenían que librarse de las restricciones que les imponían la Iglesia y la religión. 
 
Ángeles López de Ayala y Molero (Sevilla, 21 de septiembre de 1858 – Barcelona, 29 de enero de 1926) fue una dramaturga, narradora, periodista y activista política española, considerada la principal intelectual feminista en ese país de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
 
De ideología republicana, feminista y afiliada a la francmasonería, impulsó la creación de la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona (1892), que fuera considerada la primera organización feminista de España, junto a la anarquista Teresa Claramunt Creus y la espiritista Amàlia Domingo, y de la Sociedad Progresiva Femenina en 1898.
 
Férrea defensora de los derechos de la mujer, afirmaba que las mujeres habían de emanciparse de la Iglesia, por temor a liberar la consciencia, y de la supremacía masculina.

A principios del siglo XX, las mujeres republicanas eran muy activas en Cataluña, Andalucía y Madrid pero permanecieron dentro del marco del feminismo social. Comprendieron que el sufragio femenino no era una exigencia inmediata del feminismo debido, entre otras razones, a la influencia conservadora de la Iglesia Católica sobre el voto de las mujeres.

 
En los años veinte empezó a crearse en España un movimiento feminista organizado. Sin embargo, en tanto que iniciativa colectiva, no era en absoluto comparable con las vastas movilizaciones en otros países de la primera oleada de feminismo contemporáneo. Las promotoras de esta primera elite de mujeres que no eran del todo sufragistas en cuanto a sus demandas. Los objetivos, políticas y estrategias del movimiento feminista cubrían un amplio espectro que iba desde las demandas de educación y facilidades laborales hasta el derecho al voto y la derogación de las leyes discriminatorias.

Al igual que en muchos países europeos, como Francia o Italia, el feminismo en España fue una cuestión social más que política; durante mucho tiempo las mujeres tendieron a interiorizar las normas tradicionales y por ello juzgaban que la política y la esfera pública eran asuntos ajenos a ellas. Aunque hacia finales de los años veinte la definición de feminismo político basado en el principio de igualdad y el sufragio estaba más clara, el movimiento feminista constituía una franca minoría, con muy poca capacidad de movilización en cuestiones como el voto, de manera que, cuando en 1931 el nuevo régimen democrático de la Segunda República otorgó el sufragio a las mujeres, dicha concesión no se debió a la presión de los grupos sufragistas, aunque alcanzaron cierta resonancia, sino más bien a que con la instauración del nuevo régimen democrático se emprendió una revisión global de la legislación vigente.
 

Mujeres: la más bella creación de Gaia

Descargar Pdf "La Acracia hará justicia a la mujer" de Teresa Claramunt:

http://users.resist.ca/~crisxyz/iea/biblioteca/pdf/Teresa%20Claramunt%20-%20La%20acracia,%20hara%20justicia%20a%20la%20mujer.pdf.pdf

Descargar Pdf "Teresa Claramunt, la virgen roja barcelonesa" de María Amalia Pradas:

http://www.viruseditorial.net/pdf/TClaramunt.pdf

Texto completo de la fuente:

"Rojas: las mujeres republicanas en la Guerra Civil". Mary Nash
 
http://www.kclibertaria.comyr.com/lpdf/l255.pdf
 
Descargar en Pdf  "El aprendizaje del feminismo histórico en España" de Mary Nasch: 

http://wiki.medialab-prado.es/images/e/e6/Fem_historico_en_espa%C3%B1a_mary_nash.pdf
 

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