El Socialismo Anarquista. Ricardo Mella



Dícese por aquellos adversarios del anarquismo, más abiertos a las ideas radicales que, esa doctrina es hasta ahora “un conjunto de hermosos jirones sin trabazón sistemática” y se pide de continuo el plan completo de reorganización social según las ideas del socialismo anarquista. Exígese, como a las demás ideas políticas, el diseño minucioso del porvenir, sin que falte el menor detalle, obedeciendo sin duda al hábito de dictar leyes y fórmulas al mañana y olvidados seguramente de que la sociedad no es un edificio que se construye según la voluntad y la ciencia de un arquitecto único.

Aquellos partidos que afirman la necesidad de un órgano directivo y que aspiran a conquistarlo para realizar su plan particular de reorganización pública, vienen obligados a formular ante las gentes sus propósitos para el porvenir, porque solicitan de la sociedad delegaciones de poder que teóricamente no se confieren sin el previo conocimiento del uso que trate de hacer del poder. En principio la sociedad deposita su confianza en aquellos que mejor aciertan a traducir sus deseos. Prescindamos de la realidad, bien contraria a la teoría.

Pero ¿cómo exigir de quien no solicita ni quiere el Poder, de quien niega la necesidad de órgano alguno de elección social y proclama la capacidad del pueblo para proceder por su cuenta sin ningún género de tutela, cómo exigirle que prescriba a los hombres del día siguiente la forma concreta en que han de traducir su capacidad para convivir libremente?

Tal pretensión arguye desconocimiento de la doctrina. La idea anarquista es negación terminante de toda sistematización dogmática.

Presupone la libertad sin reglas, la espontaneidad sin trabas. No es simple negación política, sino filosofía completa que explica los hechos y sus causas, que estudia los fenómenos y las ideas sin salirse de la relatividad de todas las cosas, que resume, en fin, la experiencia y la ciencia -en realidad son una misma- en un conjunto armónico de adquisición ideal y práctica al mismo tiempo. Su método de investigación positiva es la antítesis del doctrinarismo religioso, político y filosófico.

Niégase filosofía al anarquismo porque su método no se funda en prejuicios ni admite nada a priori, porque aun del positivismo científico no retiene sino lo que la demostración ha establecido incontestablemente y rechaza todo lo que contiene de sistematización doctrinal, no queriendo hacerse solidario de introducciones que el tiempo y la experiencia pueden destruir. Pero ¿carece en realidad de método filosófico, que es todo lo que la ciencia puede exigir?

Todos los sistemas y escuelas doctrinarias descansan o en un principio establecido a priori - metafísica - al que sujetan todas las deducciones y con el que construyen el edificio de su ciencia arbitraria, o bien derivan de la experiencia a posteriori - método filosófico propiamente dicho -, un principio general con el que se construye la armazón sistemática de determinadas doctrinas y a cuyo ritmo se sujeta la investigación, dando de bruces en el dogmatismo. En los dos casos se pone diques a la dirección del pensamiento, encarrilándolo hacia fines predeterminados en el supuesto de que estos fines contengan necesariamente la verdad que se busca. 

La propia ciencia cuando no halla explicación a los fenómenos o se muestra fácil a las generalizaciones por el procedimiento arbitrario de las analogías, ensaya a priori teorías que se truecan prontamente en dogma y el dogma en error que obra en el tiempo como elemento negativo de acción, y paraliza o dificulta la explicación verdadera de los hechos.

Y ha sido y es tan fuerte la educación filosófico-dogmática de los hombres, que éstos propenden siempre a la unificación caprichosa de los hechos y de las ideas; y así no hay rama de los humanos conocimientos que no contenga multitud de divisiones y subdivisiones, de sistemas, de escuelas y de doctrinas contradictorias. Las ciencias naturales no se han purgado todavía de esta tendencia totalmente, pues que explican muchos fenómenos de muy distinto modo, no ya en, épocas diferentes, sino en un mismo tiempo. No es necesario citar autores y teorías. Una mediana cultura da pleno conocimiento de las divisiones doctrinales, filosóficas y científicas.

El socialismo anarquista sigue, como ya hemos dicho, su propio método, opuesto a todo dogmatismo, y no establece a priori principio alguno: no generaliza los comprobados a posteriori sino hasta donde lo permite la ciencia adquirida, y no se presta a la sistematización cerrada de los conocimientos, negándose a toda aventura filosófica porque entiende que la ciencia es un cuerpo de conocimientos en continua formación cuyo ciclo no se cerrará jamás. Por eso, en la contienda de espiritualistas y materialistas, por ejemplo, rechaza justamente ambos dogmas. 

Hay en la investigación de los fenómenos un punto donde toda doctrina flaquea: es aquel punto en que los linderos de lo absoluto se presentan cortando el paso a nuestra limitada Inteligencia. Cuando el materialismo, saliéndose de la ciencia, intenta franquearlos, toca a lo arbitrario, y en este momento preciso es cuando la filosofía anarquista se diferencia fuertemente de la dogmática. Quédase con el inmenso arsenal de los conocimientos científicos que forman el bagaje del materialismo y se aleja de cualquier intento de explicación metafísica que trate de cortar el nudo más bien que deshacerlo. No se satisface con los fáciles decretos de la pseudociencia.

Del mismo modo no se suma el anarquismo a ninguna otra escuela ni deja que se le encasille en el sensualismo, en el positivismo, en el idealismo, etcétera, en cuanto significan doctrina cerrada, método de exclusión. No desconoce el importante papel que en la vida representan los sentidos ni olvida que la idea, a su vez, es esencial al desenvolvimiento del individuo y de la humanidad: reconoce que todos los fenómenos se verifican siguiendo direcciones precisas y en condiciones determinadas; que la naturaleza no pertenece al capricho ni a lo arbitrario; afirma como objeto de la vida el placer y la comodidad para el cuerpo, para la sensibilidad y para la inteligencia; posee por la ciencia la certeza de que el Universo, desde el más microscópico de los seres hasta las inmensas moles que innúmeras recorren el espacio, es una cadena estrechamente tramada de causas y efectos en perpetua y múltiple conexión: pero aborrece el exclusivismo enfático peculiar al dogmatismo de estas escuelas y no quiere con ellas resolver de plano, bajo un punto de vista particular, el problema de un más allá tanto más lejano para el hombre cuanto más se le aproxima en sus adelantos y en sus conquistas.

Por esto no entran en su filosofía las fáciles generalizaciones de tales escuelas: no entra la sistematización de elementos del conocimiento cuya trabazón es puro artificio cerebral y no entra la caprichosa unificación del Universo en un solo fin y en un solo propósito, porque en este punto otra vez la metafísica trata de salvar los abismos que separan lo cognoscible de lo incognoscible, lo puramente relativo de lo absoluto.

Para la filosofía anarquista no hay una verdad inmutable, una justicia inmutable, una ciencia absoluta, sino verdades que varían en el tiempo y en el espacio, concepciones relativas de la justicia y parciales realizaciones de la ciencia. Si tal verdad o justicia o ciencia absoluta existieran, careciendo los hombres de medios para descubrirlas y verificarlas, su existencia sería nula y de ningún efecto para la humanidad. Que el hombre se forje estas concepciones absolutas, que conciba, sin determinarla ni definirla, la idealidad de lo perfecto, no autoriza la afirmación de su existencia como hecho real tras el que debamos correr inútilmente sin tregua ni descanso.



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