Pdf & epub "Viaje a la aldea del crimen". Ramón J. Sender


La choza de Seisdedos tras ser quemada
«No ha ocurrido sino lo que tenía que ocurrir.» (Palabras del Jefe del Gobierno Manuel Azaña) 

«Doy a las fuerzas media hora para que sofoquen el movimiento.» (Del Ministro de Gobernación Casares Quiroga) 

«No quiero heridos ni prisioneros.» (Director de Orden Público Menéndez) 

«Paso corto, vista larga y mala intención.» (Lema de la Guardia Civil)

Ramón J. Sender
En apariencia, el levantamiento y tragedia de Casas Viejas se nos ha quedado muy atrás. Desde la perspectiva histórica que supone pisar el umbral del siglo XXI, el XX lo contemplamos como un siglo eminentemente borbónico con medio siglo anómalo incrustado. Ese medio siglo se subdivide a su vez en una década, más o menos, de hegemonía izquierdista —la Segunda República— y cuatro décadas de la más pura y dura dictadura derechista —el franquismo—. Es natural que en panorama tan desolador la década de los treinta siga fulgurando con resplandor propio. Todo el mundo recordará siempre que ese paréntesis de intentos innovadores terminó con el desastre bélico. Pero conforme nos vayamos adentrando en el siglo XXI las demás particularidades y detalles de la década se podrían empezar a difuminar en la bruma de la historia de los especialistas. 

Chozas de Casas Viejas, Foto: Campúa (José Demaría Vázquez)

Por eso nos planteamos hoy rescatar del olvido un episodio que trascendió lo meramente episódico y que seguirá interesando por muchas razones. La primera porque lo que sucedió en Casas Viejas fue algo modélico: se repitió con frecuencia a lo largo de los años 1932 y 1933 —y un poco durante toda la década— marcando por un lado los impulsos más radicales e ilusionados del proletariado español y por otro las insuficiencias de un régimen que no colmaba las esperanzas depositadas en él. Pero además los hechos de Casas Viejas —y su repercusión en los medios políticos y periodísticos— hicieron tambalear los cimientos de ese régimen republicano. En adelante nada volvería a ser igual. Tanto se habló de Casas Viejas por toda España que en un momento dado y para intentar apagar las connotaciones izquierdistas del nombre del pueblo, lo rebautizaron como Benalup de Sidonia. Y así sigue.

Vista general de Casas Viejas.(Crónica 22-1-1933). Foto: Campúa (José Demaría Vázquez)

Otra razón que avala el interés de Viaje a la aldea del crimen es que se trata de una obra maestra. Sender ejerce aquí con la frescura y el nervio propio del reportaje periodístico del momento y con la depuración posterior de la reelaboración literaria. El reportaje periodístico como género literario ha muerto. Lo ha matado la televisión. Hoy de cualquier noticia —de la guerra en Chechenia al racismo en Almería— lo que engancha al interesado es la imagen. Esa función la cumplían aún de forma literaria los periódicos en los años treinta y Sender era un artista en ese oficio. 

Cadáveres de la matanza de Casas Viejas

En cuanto a su valía literaria el novelista dio muestras suficientes en los años treinta y luego en el exilio norteamericano, cuya producción nos llegó con retraso en los años setenta. Pero por lo que se refiere a Casas Viejas, Sender publicó crónicas en el periódico La Libertad, y luego las reutilizó para la composición de dos libros, primero Casas viejas y luego Viaje a la aldea del crimen. En todo ese proceso manifestó a las claras su maestría técnica y genio literario. Esperamos con esta reedición rendir un sentido homenaje a los héroes de aquella gesta y a toda una época que supo vivir a la altura de las circunstancias unos hechos en los que todos se veían implicados y reflejados. Visto el pasado desde la cresta de este consumismo e insolidaridad general que anquilosa la sociedad cibernética, los estampidos de Casas Viejas resuenan aún con los ecos de una llamada a la acción. Si algún resquicio de buena voluntad queda en esta sociedad de la paparrucha del milenio es porque hemos heredado la savia de aquellos hombres y mujeres que querían un mundo mejor.

José María Salguero Rodríguez


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