El frente único del proletariado. Germinal Esgleas


Es tema de actualidad en los medios obreros la cuestión del frente único, que hasta ahora, esgrimido como plataforma política, había sido banderín de las desmedradas huestes comunistas hispanas, las más divididas de todas.

La táctica antisocialista de la U. G. T. y del Partido Socialista español, su entrega completa a la obra de consolidación de la república burguesa, que les ha aplicado aquel famoso principio de «el traidor no es menester cuando la traición es pasada», ha conducido a dichos organismos a una especialísima situación, después de haber sido echados del Poder, ante las mismas masas que les han sido y son afectas, y, así como, disponiendo de los resortes del Gobierno, los prohombres del «socialismo», omnipotentes, miraban con desdén y perseguían con saña a las masas proletarias que estaban fuera de su control, ya relegados a la oposición, su lenguaje ensoberbecido, basado en una superioridad circunstancial equívoca y ficticia, previendo una catástrofe total de sus efectivos en una lucha aislada, en un cuerpo a cuerpo serio con las fuerzas adictas al capitalismo, se ha trocado en solícita llamada a otras fuerzas obreras, desde luego más auténticamente revolucionarias, de las que hasta ahora no habían recordado eran hermanas...

No por tardías han de despreciarse las rectificaciones cuando en ellas hay sinceridad, pero preciso es confesar que la historia de ciertas conductas es tan viva que, aun sin querer, se impone la prevención, mayormente cuando se sabe de los elementos educados en ciertas escuelas políticas que en todo momento dicen lo que mejor les conviene, que no es siempre lo más ajustado a la verdad, a la rectitud y a la nobleza.

Para muchos podrá ser buena la teoría de "borrón y cuenta nueva», pero si ello ha de ser para repetir los mismos errores de táctica, de doctrina y de conducta, ¿para qué la cuenta nueva, si ha de venir a empeorar la ya vieja y demasiado conocida?

El socialismo marxista, en su aplicación práctica como método de lucha proletaria, ha fracasado. En Alemania, en Francia, en Inglaterra, en todos los países ha perdido todo su contenido socialista para convertirse en el colaborador más firme de los privilegios y de la hegemonía del capitalismo. En España, de no haber seguido el socialismo una trayectoria totalmente antirrevolucionaria, no hay duda alguna que los problemas que preocupan actualmente a las masas trabajadoras españolas serían muy distintos.

Y bien. El socialismo hispano, aleccionado quizá por el desastroso fin de sus correligionarios de otros países, por un momento parece querer situarse en una posición de tender a recobrar un sentido revolucionario eclipsado en sus filas desde que escindió el movimiento obrero español, como antes los marxistas habían provocado la escisión en el seno de la gloriosa Asociación Internacional de Trabajadores, es decir, desde sus mismos orígenes.

Costosa nos parece, por no decir imposible, ese recobramiento del socialismo a la verdadera causa revolucionaria. Hay ya un hábito creado, grandes resistencias burocráticas, una red de pequeños intereses que no se destruye así como así.

Naturalmente que los hechos se imponen de manera inapelable y obligan a adoptar una actitud en consonancia con las realidades que crean, y ante la amenaza más o menos fundada de una dictadura fascista, con un Gil Robles o con otro cualquiera a la cabeza, los socialistas, por la cuenta que les tiene, si no olvidan lo que ha sido el brutal triunfo del fascismo en otros países, no pueden adoptar una posición absolutamente pasiva.

Nosotros no interpretamos el desplazamiento más o menos aparente de las fuerzas del socialismo hispano de su posición de colaboracionismo con el régimen republicano burgués, sino como una reacción de las masas desengañadas de las promesas democráticas, contra la política seguida por sus jefes y líderes y ejerciendo influencia directa en éstos, bajo amenaza de una desbandada general hacia otras zonas proletarias más dinámicas, para que se coloquen aquéllos, por una vez siquiera, a la altura de los acontecimientos. 

El proletariado socialista que, después de haber consolidado una «república de trabajadores», se ve obligado a cobrar salarios de dos pesetas y a comer hierba y bellotas, no puede fiar mucho en las promesas de sus jefes.

Pero a medida que transcurren los días parecen ir éstos más desorientados, aparece más equívoca su posición. Mientras Largo Caballero hace llamadas al frente único «para conquistar revolucionariamente el Poder», no fallan otros líderes del socialismo que no quieren ir más allá de la República.

Dice el primero que <<el mayor daño que se puede inferir al proletariado es crear en él una conciencia conformista para con el actual régimen, incapacitándole para que, llegado el momento psicológico, esté en condiciones de realizar el acto imprescindible para tomar el Poder y liberar desde él a la clase obrera>>.

En cambio, Prieto, en su reciente discurso en el Pardiñas, de tonos moderados, no muy acordes con las «impetuosidades» de Largo Caballero, ha afirmado que pueden los socialistas, sin salirse de la República, controlar, en fecha inmediata, los destinos políticos del país. Esto es, convertirse en Comité administrativo de los negocios de toda la clase burguesa, según Marx.

Las declamaciones burguesas, de puro liberalismo burgués de Prieto, sobre la enseñanza, el ejército, la plusvalía del oro depositado en el Banco de España, la estatización — valga la palabra — de la tierra, se salen de la línea tradicional del marxismo invocada por Largo Caballero y caen de lleno en el colaboracionismo de los partidos administradores de los intereses de la burguesía o enterradores del socialismo, como la socialdemocracia alemana, asesina de Rosa Luxemburgo y de Carlos Liebknecht.

Naturalmente que tampoco Prieto dejó de expresarse en marxista, porque hay en Marx para todos los menesteres, de la misma manera que hay dioses para todas las religiones; pues fué el mismo Marx quien habló (Manifiesto Comunista) de la <<conquista de la democracia>>, con lo cual acontece que la democracia, que en resumen de cuentas se llama capitalismo-teocracia-fascismo militantes, en vez de conquistada, absorbe y pasa a ser conquistadora efectiva.

La supremacía política del proletariado que, según Marx, ha de servir para arrancar poco a poco todo el capital a la burguesía, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, después de un largo ensayo práctico, los hechos están a la vista, no hace más que someter y avasallar al proletariado, corromper su moral de lucha, embotar su combatividad revolucionaria, entregarle inerme y desengañado al enemigo secular.

A la burguesía, en posesión de una ideología de Poder, no le asusta la amenaza de un comunismo retórico y no se deja arrebatar poco a poco ni del todo, democráticamente, sus privilegios. Para ello precisa llevar la lucha al terreno de guerra civil, de ilegalidad democrática, y no creemos que el ejemplo de los partidos socialistas mundiales sea nada edificante en este sentido.

La cuestión del frente único proletario queda planteada, pues, en estos términos: confra el fascismo todos, por la misma salud de todas las fuerzas socialistas y revolucionarias; pero frente único espontáneo, revolucionario, en la calle y sobre la marcha, con vistas a las máximas conquistas de la Revolución Social manumisora.

¿Frente único en el círculo de la República? No. El socialismo, si no quiere perder su sentido revolucionario, ha de colocarse más allá de la República.

¿Frente único para la conquista del Poder político? Tampoco. La conquista del Poder político por el proletariado trae aparejada una nueva esclavitud de la inmensa mayoría del proletariado a una parte, a una minoría, la menos escrupulosa, del propio proletariado.

Prieto no ha recatado su pensamiento, poniendo en descubierto la maniobra que en el fondo encierra el frente único que propugnan los socialistas: <<Estamos ante el problema de adherir adecuadamente a nuestro ímpetu, a nuestro impulso, a nuestra acometida, aquellas fuerzas sindicales y políticas perfectamente saneadas que pueden existir en las zonas políticas y sociales enclavadas a nuestra izquierda y a nuestra derecha para una función verdaderamente magnífica y arrolladora, para imponer un hondo sentido de justicia social a la República española>>.

Si este es el fin del frente único, la eterna táctica del mal menor; si ya sabemos cuál puede ser el contenido de justicia social de la República, si está visto que las revoluciones no se hacen en el Parlamento, si de hecho temen los socialistas a la Revolución Social con todas sus consecuencias, ¿tienen derecho ellos, precisamente ellos, los marxistas, que aun no han sabido darnos el ejemplo de la unión en las propias filas marxistas, a hablar del frente único?

Nosotros somos partidarios de que todos los proletarios se unan. Como ha dicho Malatesta, <<nosotros estamos convencidos que todos los trabajadores rebeldes, no obstante las diferencias de denominación y las diversas filas en que militan, tienen en el fondo los mismos sentimientos, el mismo ardiente deseo de emancipación humana. Y nosotros nos sentimos hermanos de todos y deseamos luchar lo más posible de acuerdo con todos>>.

El frente único proletario lo realizarán por encima de los jefes «los obreros que no pueden perder más que sus cadenas y tienen en cambio un mundo a ganar». Pero, ni para conquistar el Poder político, ni para imponer sentido de justicia social a una república eminentemente burguesa, nadie ha de contar con los anarquistas ni con las masas obreras influencudas por los anarquistas.

Cuando se trate de ir a la Revolución Social, única terapéutica eficaz contra el fascismo, los anarquistas, que estamos siempre en pie de guerra contra toda dictadura, sin limitar nuestra libertad de acción ni sacrificar nuestro programa, no despreciaremos el concurso de nadie ni regatearemos el nuestro a nadie que se muestre sinceramente revolucionario, y todos aprenderemos a formar el frente único y a organizar la revolución sobre la marcha, porque hasta ahora, todas las revoluciones, por mucho que se haya alardeado de tecnicismo, han sido improvisadas, y las han improvisado las masas sin la venia ni el permiso de nadie, que es la manera más positiva de realizarlas.

GERMINAL ESGLEAS  (15-2-1934 La Revista Blanca)

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