Documental "Joan Peiró y la justicia de Franco" (V.O.S.E.)




Juan Peiró ha pasado a la historia del movimiento obrero, y sobre todo del anarcosindicalismo, como uno de sus teóricos más perspicaces y de sus dirigentes más conocidos; teoría y práctica que en él siempre iban de la mano: "yo sé redactar dictámenes y fabricar bombillas" le dijo a García Oliver en un acalorado debate. Sin embargo, su moderación en la lucha social y su dedicación preferente al sindicalismo, desde su profesión de obrero del vidrio, han hecho que haya sido presentado como un sindicalista puro, como un anti-anarquista o como un baluarte frente a la supuesta influencia del anarquismo, y sobre todo de la FAI, sobre la CNT. Pero, muy por el contrario, Peiró fue un anarquista consciente y combativo, es decir, todo lo contrario que un revolucionario de salón o un matón arrabalero, enfrentado a esos anarco-caricatos de los que habla. Porque su inteligencia le permitía teorizar y su condición proletaria le permitía hacerlo con los pies en el suelo de una fábrica, sus palabras siguen estando hoy de plena actualidad.


Sindicalismo y anarquismo, de Juan Peiró

ROL DEL ANARQUISMO EN EL MOVIMIENTO OBRERO

Para que los peligros que conlleva en sí el Sindicalismo puedan ser evitados, es necesariamente preciso que los anarquistas traten en todo momento de proyectar su espiritualidad ideológica sobre el movimiento sindicalista. Ya hemos dicho que el Sindicalismo es una formidable arma de lucha, la materialmente de mayor contundencia para enfrentarse con los enemigos del proletariado; pero repetimos que el Sindicalismo no es un fin social ni lo busca concretamente, si no es al calor reflejo de entidades ideológicas ajenas al mismo.

Véase lo que ocurre en Francia, por ejemplo. El partido socialista ejerce su influencia sobre la C.G.T., la ejercen asimismo los comunistas sobre la C.G.T.U., e igualmente la C.G.T.S.R. recibe la influencia de los anarquistas. Es interesante observar que la proyección de esas influencias de las diferentes escuelas ideológicas sobre las centrales sindicales, en ningún caso supone confusión de entidades y mucho menos un hecho de absorción. Cada entidad conserva su personalidad, mejor o peor definida, en relación a sus intereses específicos, y es natural y muy razonable que así sea por cuanto los componentes de la C.G.T. no son, ni de mucho, socialistas todos, como tampoco son todos comunistas y anarquistas los componentes de la C.G.T.U. y la C.G.T.S.R., respectivamente.

Es incuestionable que entre esas entidades ideológicas y las centrales sindicales hay el vínculo de una estrecha relación y un mutuo reconocimiento que las identifica relativamente, pero nunca existe la intrusión de una entidad en otra, cuyo caso no puede darse sin menoscabo de la personalidad y soberanía de la entidad, intervenida materialmente por otra, cuyo caso no puede darse sin menoscabo de la personalidad y soberanía de la entidad intervenida materialmente por otra. Y es que en Francia y en casi todos los países del mundo, en cuanto a las relaciones del partido o agrupación ideológica con la colectividad sindical, se distingue la “intervención material” de la “influencia espiritual”.

Hoy, en España, constituye un problema la no distinción de esos dos términos, los cuales, con todo y ser tan distintos, van y consiguen llegar a un mismo fin, aunque la desventaja está en aquellos que persiguen conseguir las directivas de la C.N.T. con la material intervención de colectividades ajenas a la misma. Y no sólo está la desventaja en hacer más largo el camino. Como han dicho Malatesta, Rocker, Fabbri y otros camaradas no menos ilustrados, opiniones compartidas por los dos últimos Congresos de la A.l.T., la confusión del Anarquismo con el Sindicalismo pone al primero en peligro de ser desnaturalizado por las lógicas fluctuaciones a que es sometido el segundo por los determinismos económicos y políticos de la sociedad capitalista, aparte de que, como se ha visto prácticamente, para conseguir un movimiento obrero, con finalidad anarquista no es preciso llegar a esa confusión.

Admitamos que la declaración de principios del Congreso del Teatro de la Comedia es insuficiente para definir las actividades de la C.N.T. como un movimiento obrero con finalidad anarquista, y admitamos, además, que en 1923 las actividades confederales representaban un movimiento obrero específicamente anarquista, sin transición alguna entre el Sindicalismo y el Anarquismo. Éste, entonces, habríase visto en el trance de optar entre adaptarse al nuevo estado de cosas, hecho absolutamente inadmisible, o desaparecer. 

Tratándose de un movimiento obrero, la desaparición sólo se concibe de una forma: colectivamente, y la desaparición, en este caso, no solamente hubiese sido del movimiento, sino también del Anarquismo vinculado colectivamente a aquél.

No había en 1923 tal movimiento obrero específicamente anarquista, y en el trance de desaparecer algo, aunque relativamente, ha sido el Sindicalismo lo que desapareció. El Anarquismo, como escuela y como colectividad, queda en pie, inconmovible, porque él no es movimiento de masas, sino corriente espiritual e ideológica, un valor moral orientador y de impulsión.

Hablemos de las agrupaciones específicas, de los llamados grupos anarquistas, cuya misión, a juicio nuestro, es tan trascendental en sí misma como necesaria al Sindicalismo. Las agrupaciones específicas no son selecciones profesionales, es decir, grupos de individuos de una misma profesión, sino núcleos de individuos unidos por el nexo de la afinidad en aspectos diversos y del afán de cultura y de formación espiritual para la propaganda y la acción político-social. Cada agrupación específica debe ser la fragua en que se forjen los orientadores de las masas proletarias y los adalides de la transformación fundamental de la sociedad.

Orientar a las masas no lo hace el que quiere, sino quien puede, y adalid de una causa o una acción no lo es cualquiera que tenga arrestos de macho, sino el que, además de esos arrestos administrados conscientemente, tiene cultura, inteligencia y sabe usar de buenas razones para convencer y levantar los entusiasmos por la acción o la causa propugnada. La agrupación específica es lugar de estudio. Los más destacados problemas éticos, económicos, políticos y sociales han de pasar por ella y ser puestos sobre la mesa de disección para su análisis, trabar profundo conocimiento con lo analizado y de ello formarse un juicio lo más real y exacto posible, con el fin de que el resultado del estudio sea beneficioso a la causa de la emancipación humana.

Si las agrupaciones específicas son núcleos de individuos de profesiones heterogéneas, en ellas deben debatirse todos los problemas generales y llegar, mediante el acuerdo adoptado libremente, a conclusiones concretas y a proposiciones de orientación orgánica, económica-industrial, sobre cultura y mil temas más que sería prolijo enumerar.

Demos ejemplos precisos. Supongamos que la llamada racionalización del trabajo es el tema puesto a debate en un grupo anarquista, y supongamos que éste tiene el suficiente sentido de ponderación para estudiar el tema, en sus principios científicos y en su alcance y consecuencias económico-industriales y de clase; y habida cuenta de todo ello, la conclusión no puede ser menos que una posición con vistas a contrarrestar los efectos de la racionalización del trabajo, tan perniciosos a los intereses económicos, morales y colectivos del proletariado. Esa posición opositora habrá de descansar sobre razones y verdades demostrables, y son esas verdades y razones lo que hay que llevar al seno de las organizaciones sindicales. Ilustrados los individuos componentes de la agrupación específica, cada uno de ellos debe erigirse en preconizador y adalid de esas razones y verdades en su respectivo sindicato, siempre con el propósito de orientar a éste y conducirlo por sendas conformadas a las necesidades de clase y a la finalidad ideológica del Anarquismo.

Más claro aún. La agrupación anarquista es el centro de estudio y el laboratorio donde se elabora el cerebro de la nueva Humanidad, cuya lucidez ha de irradiar y proyectarse sobre el alma y el cerebro del pueblo y, por tanto, en las organizaciones sindicales, por la acción propagandista de los individuos componentes de la agrupación. Queremos decir que el individuo toma la luz de la agrupación para llevarla al sindicato o a otros medios colectivos o de reunión, sin que esa función intermedia del individuo haya de significar que la agrupación es una prolongación del sindicato o viceversa, ya que el sindicato y la agrupación específica son dos cosas distintas e independientes y, por ende, inconfundibles.

El individuo anarquista habla con criterio anarquista en el sindicato, en la tertulia y en donde quiera que esté, y es evidente que si ese individuo es culto, inteligente y razonable, su criterio tomará proporciones preponderantes y la tertulia y la organización sindical serán atraídas por el criterio anarquista, su apostolado espiritual lo será de captación, con mayor eficacia que si su apostolado lo es de coacción y de imperio en nombre de un ideal, aunque éste sea de máxima libertad. Lo que necesita el individuo, es que no le falte la agrupación específica donde hallar la fuente de orientación, de inspiración y de impulso para la propaganda.

COMPLEMENTOS DE LA AGRUPACIÓN ESPECÍFICA

Decíamos que lo que necesita el individuo es que no le falte la agrupación específica donde hallar la fuente de orientación, de inspiración y de impulso para la propaganda. Añadimos ahora que ello no basta. Es necesario que el individuo disponga del medio de “hacerse”, de formar su mentalidad familiarizándose con las más positivas ramas del saber humano, sobre todo con las ciencias económicas y sociales.

Generalmente hablando, puede afirmarse que las agrupaciones específicas de nuestros días -y nuestros días empiezan a contar desde ha algunos años- tienen más de club carbonario que de aula para el cultivo de las inteligencias. Diríamos que nada tienen de aula y sí mucho de estrechez y puerilidad, pues abandonados los elementos de la cultura, que indudablemente señalan los horizontes y permiten abrir otros nuevos, las agrupaciones anarquistas contemporáneas no son más que exponentes de solemnes ingenuidades que nada resuelven ni pueden resolver.

Sin negar las buenas intenciones y. la abnegación de los componentes de esas agrupaciones, forzoso es decir que la generalidad de ellos desconocen las líneas generales del Anarquismo y la misión de los anarquistas. Las ostras no se abren con oraciones y sí con un instrumento incisivo y resistente; pero el que no sabe manejar ese instrumento, corre el riesgo de lesionarse sin conseguir su objeto de abrir las ostras. Queremos decir que más importante que disponer del instrumento lo es el saberlo manejar.

Si a la mayoría de camaradas catalogados como anarquistas se les sometiera a un examen, los problemas sobre que se les preguntara, casi en totalidad, quedarían sin contestar. Saben, sí, que el mundo descansa sobre la injusticia social; pero, histórica y científicamente, desconocen sobre qué descansa la injusticia social. Saben que las víctimas de esa injusticia constituyen la inmensa mayoría de la Humanidad; mas política, económica y sociológicamente desconocen las bases racionales y prácticas para gestar en esa mayoría la fuerza volitiva de manumisión integral. La causa de ello es una: la falta de cultura. Porque la misma fuerza, si no está regentada por la cultura, raras veces es fuerza. Generalmente, es impulsión esporádica que se extingue en su propia impotencia.

Veamos una de las bases de esa falta de cultura. No son todas, ni mucho menos, las agrupaciones específicas que disponen de bibliotecas que hagan bueno el lema “cultura y acción”. No diremos que sean las más las que carecen de ellas. Sin embargo, por pocas que sean, el hecho da una idea del pobre concepto que del Anarquismo se tiene. Pero es preferible dejar esos caricato-anarquistas que en tan pobre concepto tienen el ideario que dicen profesar, ya que no se preocupan de estudiar en los libros la grandeza filosófica y social de su doctrina.

El hecho interesante es otro. Nuestras andanzas por varias regiones españolas nos han puesto delante de muchas bibliotecas de centros obreros, culturales y de agrupaciones específicas, y en casi todas ellas hemos observado un mismo defecto capital: la librería era homogénea, o casi homogénea. Nuestros sociólogos y pensadores, la mayoría de los teorizantes del Anarquismo, figuran en los estantes. Pero sólo por excepción hallaréis en ellos los nombres de los sociólogos, pensadores y economistas de la acera de enfrente.

Tal vez se trate de un fenómeno de inconsciencia; no obstante, del hecho resulta que se huye del contraste, siendo así que de él brota la luz que ilumina los intelectos. Cualquiera que pretenda cultivarse intelectualmente entregándose exclusivamente al estudio de una escuela determinada, lejos de cultivarse, como puede ser la pretensión, se convertirá en dogmático, quizá en fanático del dogma que le hizo presa. En cambio, si además de las doctrinas preferidas se estudian otras doctrinas de oposición a las primeras, no solamente serán éstas tanto más asequibles y asimilable s, sino que, por natural añadidura, el individuo estará en condiciones normales para comprenderlo todo, de raciocinar sobre todo, y estará, en fin sobre el camino de cultivarse real y positivamente. Quien sin dolerle prendas observe imparcialmente el panorama ofrecido por las agrupaciones específicas de España, advertirá en seguida que él es el resultado del defecto que acabamos de señalar.

Para el anarquismo militante español, por no hablar más que de él, no existen las leyes de la evolución sino en un grado muy poco subido. Los aires de renovación que impulsan el individuo a superarse un poco cada día, en proporción a la vertiginosa marcha del progreso universal del mundo, no soplan para la generalidad de tos anarquistas. Sin pensarlo ni quererlo, ella se empeña, cual crustáceo, en vivir encerrada en su concha de tradiciones.

Objetivamente, los autores anarquistas producen muy poco sobre cuestiones económicas y sobre todos los problemas creados por las modernas manifestaciones del capitalismo industrialista y agrario, en cuyo alrededor giran todos los fenómenos morales y políticos y cuyo todo, puesto en estudio y asimilado conscientemente, provoca grandes inquietudes espirituales y determina nuevas fuerzas y constantes renovaciones de los métodos de lucha. Pero ese defecto de producción, que en parte podría ser subsanado recurriendo a la producción de autores no anarquistas, se agrava tanto más cuanto mayor es la aversión a todo lo que no sean letras anarquistas.

“Dudar es el principio de toda sabiduría”, ha dicho Volney, y la generalidad de los anarquistas no saben o no quieren dudar, y de ahí su anquilosis intelectual. Si supiera dudar, las bibliotecas no tendrían una librería homogénea, sino todo lo contrario, y al lado de los libros de un Reclus y un Kropotkin estarían los de Marx y Saint-Simon, y al lado de los volúmenes de los economistas socialistas -aceptados en su acepción verdadera- estarían los de un Adam Smith y un Henry George. He ahí algo que sería doloroso tener que puntualizarlo más. Pero conviene consignarlo, porque en su rectificación hallarán las agrupaciones específicas -y las no específicas- un complemento de sí mismas.

Veamos otra de esas bases de nuestra pobreza intelectual. Los anarquistas del siglo pasado y principios del presente no se contentaban con tener sus agrupaciones específicas. Sus inquietudes precisaban, por lo menos en las grandes poblaciones, de los Centros de Estudios Económicos y Sociales, en los cuales encontraban los elementos necesarios para el cultivo de su espíritu y su intelecto. Y tanto lo conseguían, que grandes mentalidades burguesas de aquellos tiempos no tenían a menos el medir su cultura y sus talentos con los talentos y la cultura de sencillos obreros manuales, que, en justo homenaje sea dicho, honraban los ideales que decían profesar. Al leer de vez en cuando aquellas edificantes controversias, en que obreros anarquistas defendían elevada y elocuentemente nuestros ideales frente a potencias intelectuales, sentimos la misma emoción que hubiéramos sentido de haber asistido a ellas. Es preciso retornar a aquellos tiempos en que, intelectualmente. y como valores positivos, los anarquistas merecían el respeto y la admiración del adversario ; y el deseo de ese retorno conlleva la necesidad de elevar el concepto de la cultura, lo cual, ya que para los proletarios están cerradas las Universidades y vedada la enseñanza superior, puede conseguirse constituyendo instituciones de estudios económicos y sociales y de cultura general, obra iniciada ya en diferentes poblaciones donde los compañeros tienen un alto sentido de la misión del Anarquismo.

Pero adviértase que no basta constituir esos centros culturales para asistir a ellos a oír cursillos de conferencias. En cuestiones culturales es muy conveniente que el sujeto pasivo pase a ser sujeto activo en el mayor grado posible de intensidad. Oír o leer una lección, es algo; pero más interesante que la lección oída o leída lo es el ejercicio sobre la misma, y pase la vulgaridad, si vulgaridad es repetir la verdad. Queremos significar que cualquier problema presentado al estudio, para que éste sea tal, hay que someterlo a juicioso análisis y a no menos comprobación luego. Es necesario insistir. X viene a nuestro Centro de Estudios Económicos y Sociales a dar una conferencia sobre un tema determinado, por ejemplo, “Las bases morales y económicas de la sociedad futura”. Como suele ocurrir, el tema será desarrollado en líneas generales, en forma que el orador pueda dar “una idea”, pero no “toda la idea” de la importancia del tema; y como sea que en nuestro Centro, además de la Junta administrativa, hay constituidas diversas comisiones, cada una de ellas en calidad de ponente de una especialidad determinada, la de Sociología es la que tiene por misión recoger las líneas generales expuestas por el conferenciante y emitir una ponencia completando detalladamente lo que diríamos “alcance total del tema desarrollado”; ponencia que probablemente no será perfecta, ni mucho menos, lo que no obstará para que ella sea leída en una asamblea o reunión general del Centro, convocada al efecto, la cual discutirá, enmendará y ampliará el trabajo de la Comisión de Sociología.

Es indudable que ejercicios de una tal naturaleza serían tan eficaces en el cultivo de los intelectos, como lo son los ejercicios gimnásticos en la cultura física.

Tenemos la convicción de haber recordado algo provechoso. Por lo menos, ahí expuesto queda lo que entendemos como dos complementos de la agrupación específica, y sería altamente deplorable que los anarquistas españoles continuaran siendo indiferentes a la necesidad de bibliotecas con librerías heterogéneas de carácter universal, y a la no menos necesidad de los centros culturales con actividades como las que hemos esbozado. Verdaderas bibliotecas y lo que no vacilamos en considerar como Universidades obreras. Es necesario entregarse al contraste, enfrentarse con la luz y ver a través de ella.





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