La Historia se repite. Soledad Gustavo

 
F. Salvochea
La detención de Pedro Vallina, realizada a raíz de los sucesos ocurridos últimamente en Andalucía y su reclusión en el castillo de Santa Catalina de Cádiz, me ha sugerido la idea de escribir el paralelismo entre dos vidas cuya semejanza verá el lector. Estas dos vidas son la de Fermín Salvochea y la de Pedro Vallina, ambos, amigos de la que esto escribe.


Vallina
Fermín Salvochea puede decirse, que fué el maestro ideológico de Vallina, apreciación que éste aceptará gustoso puesto que conserva una gran veneración por el maestro. Pues bien; ambos revolucionarios merecieron las iras de los hombres de la revolución española, Salvochea en la primera República y su discípulo en esta segunda, no sé si mejor o peor que aquélla, pues, si ésta, en nombre de una revolución que aun no se ha hecho, ha perseguido y ametrallado al pueblo, creyendo perseguir y ametrallar la hidra revolucionaria, a quien tanto temen los hombres de la situación, la República del 73 ametralló y persiguió en Alcoy, Cartagena y Cádiz a los que quisieron poner en práctica las doctrinas federalistas que tanto se les había propagado antes y después de la revolución del 68.
 
Fermín Salvochea y Pedro Vallina son dos hombres de temperamento revolucionario, aunque de distinto temple: el primero, frío y sereno, mirando por encima de sus lentes ahumados a sus jueces a quienes infundía respeto su actitud, y el segundo, arrebatado e impulsivo capaz de dirigirles algún apostrofe inconveniente. No dio importancia el primero ni la da el segundo al factor que haga la revolución. Ambos, han conspirado lo mismo con los políticos que con los que no lo fueren mientras los conspiradores hablasen en revolucionario. Su buena fe les ha llevado a tener tratos con quienes eran indignos de ellos.

Salvochea estuvo mezclado en todos los movimientos revolucionarios que hubo del 66 al 68 que cayó el trono de la que llamaban entonces la raza espúrea de los Borbones. Vallina ha estado mezclado en todas las intentonas revolucionarias que hubo durante la dictadura desde la Sanjuanada hasta la sublevación de Jaca. Ambos amigos se han batido a favor de la República, cuando ella ha sido una aspiración inmediata. Como su revolucionarismo no se contenta, ni puede contentarse con la vergonzante libertad que como una limosna se concede al pueblo, conspiran antes para derribar la tiranía y conspiran después para superar lo que con su gesto ayudaron a construir. Y la propia República que les debe su advenimiento, los persigue como a sus enemigos seculares.

Al estallar el movimiento del 68, Salvochea formó parte de la Junta revolucionaria de Cádiz, y fué nombrado segundo comandante del batallón de voluntarios. Como vieran los verdaderos revolucionarios que el Gobierno provisional del que formaban parte Prim, Zorrilla, Sagasta y demás como ellos, todos monárquicos en el fondo, que no eran capaces de traer una República, Salvochea, junto con Paúl y Ángulo, Cala y otros de la provincia de Cádiz, se levantaron en armas defendiendo la revolución. El Gobierno provisional envió un ejército numeroso al mando del Caballero de Rodas, que después de varios encuentros entre los soldados leales y los insurrectos redujeron a prisión a Salvochea encerrándolo en el castillo de Santa Catalina de Cádiz en pago de haberles ayudado a destronar la monarquía. Mas como en el año 1869 lo votaron diputado para las Constituyentes, Salvochea salió en libertad.
 
En el año 1873, proclamada ya la República española, en Andalucía se dejó sentir el hambre de tal suerte, que casi puede decirse que la insurrección general que hubo en las provincias de Sevilla, Málaga, Granada, Córdoba y Cádiz fué debida a la desesperación de un pueblo que virtualmente se moría de hambre.

Unida aquella miseria espantosa a la decepción que se produjo al ver que la República no tan sólo no respondía a los anhelos del pueblo que esperaba obtener con ella muchas más ventajas que con la monarquía, sino que tras de morirse de hambre, los republicanos que estaban en el Poder enviaban fuertes ejércitos contra ellos, Andalucía se convirtió entonces en un volcán en erupción y surgió el movimiento cantonal que llevó a Salvochea con una cadena perpetua al Peñón de la Gomera.

Hasta entonces Salvochea sólo se había manifestado como republicano, más o menos injertado de fourierismo, pero republicano en sus ideas políticas. Las persecuciones e injusticias de la República, por cuyo advenimiento tanto trabajó, lo convirtieron en anarquista, aunque siempre, pronto a ayudar a cualquier movimiento revolucionario que pretendiera derribar la tiranía.
 
Y Vallina, ¿qué ha hecho Vallina durante toda su vida de hombre, desde que concibió una ideología? Fíjese bien el lector, no digo cuáles son las ideas ideológicas de Vallina, porque este amigo, más que hombre de ideas concretas, es un revolucionario que va con marcada buena fe a la revolución por la revolución y en contra de toda tiranía, sea ella blanca o roja, ¿qué ha hecho, repito? Pues, en tanto esos señores republicanos de la última hornada que usufructúan el Poder, eran monárquicos y con verbo cálido cantaban las excelencias del régimen. Vallina era encarcelado en París complicándolo en el atentado de la calle de Roban contra Alfonso de Borbón. Seguramente que para esos señores republicanos de educación monárquica no será un mérito el estar complicado en un atentado contra el rey de cuyo destronamiento son los únicos que se han aprovechado. El mérito, únicamente está en representar la farsa de la democracia y ametrallar a los indefensos campesinos andaluces que piden pan y trabajo y se les sirven balas de máuser y de cañón.
 
Después, durante la dictadura, mientras el actual ministro del Trabajo era consejero de ella y el presidente del Congreso de los republicanos tuvo la idea de formar parte de la famosa Asamblea que fué un parto de la dictadura, idea que el Partido, con su oposición, no le dejó llevar a término, Vallina era deportado a Casablanca y sufría persecuciones y vejámenes inenarrables del régimen borbónico. A Vallina, lo mismo que a Salvochea, los hombres que usufructúan la República no les agradecieron los esfuerzos que han hecho para su advenimiento. Hubiesen sido unos revolucionarios de doublé y habrían sido agasajados y premiados con becas.

Vallina
Sin tener en cuenta la caballerosidad, el pundonor, la hidalguía de Salvochea que se entregó al general Pavía, pudiendo haber huido, a fin de cargar él solo con la responsabilidad del movimiento cantonal, los hombres de la primera República española lo condenaron a cadena perpetua a cumplirla en los presidios de África. ¡Qué vergüenza para los hombres de aquella República! A Vallina, ¿qué le espera? Preso en el castillo de Santa Catalina de Cádiz, antiguo domicilio forzoso de Salvochea, si a los pretorianos de la República que les paga, pero que en el fondo continúan siendo del rey que huyó, no se les detiene la pluma y continúan queriéndolo considerar como promotor de los sucesos de Andalucía, a Vallina le condenarán como a su maestro.
 
¡Qué vergüenza entonces para esta República que se ha manchado ya con sangre proletaria y que cuenta en su haber muchas víctimas que están pidiendo que llegue la hora de liquidarlo todo! Los hombres que como Salvochea, como Vallina y como el propio Ferrer, son ante todo revolucionarios de buena fe, serán siempre un obstáculo para los que han hecho servir la revolución de escabel para satisfacer sus ambiciones y hasta quizá como venganza de los desdenes de la monarquía.

Vallina
 
Por esto vemos que los que más ecuánimemente van a la vanguardia son sacrificados por los que se quedaron a la retaguardia y que al final son éstos los que se apoderan del botín. No se tienen en cuenta los años de lucha y de sacrificios; los últimos son los primeros. En las revoluciones ocurre como en las batallas. Las avanzadas rara vez llegan victoriosas a la meta. Los que recogen los laureles son los que colocados en último término ganan la victoria pisando los cadáveres de los valientes y hasta a veces de los mártires.
 
Concretando: Salvochea, que trabajó y luchó de firme para el derrumbamiento de la monarquía y luego para el advenimiento de la primera República española, fué premiado por los hombres que componían aquel Gobierno con una cadena perpetua. Vallina, que ha trabajado y luchado para el derrumbamiento de la monarquía y luego para el advenimiento de la República actual, es perseguido y encarcelado, con amenaza de deportación por los hombres que conspiraron con él, sólo que ellos se apresuraron a convertirse en Poder, mientras Vallina románticamente esperaba que la República sería capaz de procurar que los hambrientos comieran y que los que necesitaban justicia fueran atendidos.

Ahora veremos hasta dónde llega la vesania de ese Gobierno de locos, por no decir otra cosa. Lo que sabemos de cierto es que la Historia se repite y se repetirá en episodios de tal índole por los siglos de los siglos en tanto la Humanidad no sea dueña de su destino.


 
SOLEDAD GUSTAVO (La Revista Blanca 15-8-31)
 

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