Marty Friedman. Cacophony, Solo Albums y Metal Clone X (1987-2014) [torrent]



Marty Friedman (nacido Martin Adam Friedman el 8 de diciembre de 1962 en Washington, D.C., Estados Unidos) es un guitarrista estadounidense, conocido por haber sido la guitarra líder en Megadeth de 1990 a 1999. Friedman ahora reside en Japón donde es anfitrión de su propio programa de televisión, Rock Fujiyama y de Jukebox English en la televisión japonesa. Actualmente Guitarrista de Ladybaby.

Friedman es un guitarrista empírico, conocido por su improvisación y por fusionar la música oriental con estilos musicales de occidente, tales como el metal neoclásico, thrash metal y más adelante el rock progresivo, J-pop, jazz, new age y similares. Yendo más allá de las escalas tradicionales, Friedman frecuentemente usa arpegios en las escalas con las que toca, utilizando una técnica poco convencional de tocar las cuerdas, favoreciendo los movimientos hacia arriba. También es conocido por su uso frecuente de vibratos melódicos y extensos.

Antes de unirse a Megadeth, formó y tocó en varias bandas, incluidas Deuce, Hawaii, Vixen (no confundir con la banda femenina del mismo nombre), y Cacophony notablemente. Cacophony ofrecía elementos de metal neo-clásico, armonías sincronizadas de guitarras hermanas, y contrapuntos. Friedman grabó con Jason Becker dos álbumes en Cacophony, Go Off y Speed Metal Symphony.


Después de que Cacophony se acabase en 1989, Marty Friedman audicionó para la banda thrash metal Megadeth aceptando el consejo de otro guitarrista, Jeff Loomis, y se unió a la banda en febrero de 1990. El primer álbum que grabaría con ellos seria Rust in Peace, ahora considerado uno de los álbumes clásicos del thrash metal; Rust in Peace fue platino en los Estados Unidos. En un futuro trabajaría su método de tocar solos en escalas exóticas como cuando estaba en Cacophony y lo integraría a la música de Megadeth. En febrero de 1992, Megadeth lanzaría el disco Countdown to Extinction, el cual fue un álbum mucho más comercial, y que apuntaba hacia una mayor audiencia, el cual sería doble platino. Friedman participaría en los siguientes lanzamientos de Megadeth Youthanasia (1994), Cryptic Writings (1997) y Risk (1999). Después de un total de cinco álbumes de estudio, Friedman dejaría la banda el 10 de enero de 2000. 

Mustaine & Friedman, el combo de hachas más brutal de todo el metal
Después diría que se cansó de tocar metal y que sentía que no se podía desarrollar como músico porque en la banda solo estaba dando el 2% de su capacidad; además afirmó que él quería tocar música de varios colores, no estar tocando siempre el gris del metal, según afirmó en el documental de la banda Megadeth: Behind The Music. Durante el tiempo que Friedman estuvo en la banda, se vendieron más de diez millones de álbumes en el mundo entero, y la formación de Megadeth, de 1990 a 1999, en donde está incluido Friedman, es mundialmente reconocida por los fanáticos como la mejor alineación de la banda.

Actualmente vive en Shinjuku, Tokio, Japón, viaja alrededor del mundo dando seminarios, presentaciones y clases maestras en docenas de países de Asia, Europa, América del Norte y América del Sur. Se ha convertido en una gran fuerza en la escena musical japonesa, tocando como principal guitarrista en las bandas de algunos de los artistas más grandes del país. También aparece en la televisión japonesa y como columnista en una de las más grandes revistas de música del país y en un periódico nacional de carácter diario.

Friedman habla japonés de una forma fluida. El guitarrista se volvió un miembro regular del reparto del programa musical de TXN, hebimeta-san (??????) (“Heavy-Metal San”), con el ídolo japonés Yoko Kumada antes de que el show fuera cancelado en el 2005. Friedman tiene su propio programa de televisión, Rock Fujiyama, junto con Shelly, Kenny Guy, Rock Ninja Yorimasa y el ex-miembro de Scanch, Rolly Teranishi.

Durante noviembre y diciembre del 2005 salió de gira con la cantante japonesa Ami Suzuki dentro de su gira “Susuki Ami alrededor del mundo”, que tuvo lugar en ciudades como Tokio, Osaka y Nagoya.

Marty ha tocado guitarra junto a músicos japoneses como Nanase Aikawa, Miyavi y Kirito, el ex miembro de Pierrot.

Más recientemente, Friedman ha aparecido en el programa de televisión Jukebox, donde él y otros dos japoneses traducen las letras de varias canciones en inglés en un japonés sencillo.

Friedman apareció en la canción Born Of Anger del álbum All That Remains de Fozzy. Marty es un gran fanático de The Ramones, Kiss (los primeros años) y Frank Marino. También apareció en Where Moth and Rust Destroy, el último álbum de la banda de thrash metal cristiano Tourniquet.

Actualmente usa unas MFM1 y MFM2 (con una pastilla y switch de volumen) de Ibanez, sus modelos signature, la cual es un modelo diseñado para él; también usa amplificadores ENGL.


En el 2004 Friedman se unió al músico de trance psicodélico Takeomi Matsuura (conocido por su alias Zeta) como guitarrista. Su álbum debut fue lanzado el 4 de enero de 2007, también titulado Zeta, e incluye canciones remezcladas de músicos de trance psicodélicos como Astrix y Rinkadink.

Loudspeaker fue lanzado en Japón en el 26 de junio de 2006, entrando a la tabla nacional japonesa en el #33. Esto marca la primera aparición en el Top 40 de cualquiera de sus álbumes como solista.

Contribuyó en el 2009 en el videojuego Sonic and the Black Knight, tocando la guitarra para el tema del enemigo final, “With Me”, junto a las vocalistas de All Ends, Emma Gelotte & Tinna Karlsdotter.

En 2012 colabora con la banda Skyharbor con dos solos en las canciones Celestial y Catharsis.

El 4 de enero de 2014 interpretó el tema de entrada del luchador Hiroshi Tanahashi High Energy en el evento Wrestle Kingdom 8 en el Tokyo Dome.

Discografía

Con Hawaii

Made In Hawaii (EP) (como Vixen) (1983)
One Nation Underground (1983)
Loud, Wild And Heavy (EP) (1984)
The Natives Are Restless (1985)

Con Cacophony

Speed Metal Symphony (1987)
Go Off! (1988)

Con Deuce

Deuce (1997)

Con Megadeth

Rust in Peace (1990)
Countdown To Extinction (1992)
Youthanasia (1994)
Hidden Treasures (EP) (1995)
Cryptic Writings (1997)
Cryptic Sounds - No Voices in Your Head (EP) (1998)
Risk (1999)

Con Sound Horizon

Ido he Itaru Mori he Itaru Ido (2010)

Como solista

Dragon's Kiss (1988)
Scenes (1992)
Introduction (1995)
True Obsessions (1996)
Music For Speeding (2003)
Loudspeaker (2006)
Kick Ass Rock (2008)
Future Addict (2008)
Tokyo Jukebox (2009)
Bad D.N.A. (2010)
Tokyo Jukebox 2 (2011)
Inferno (2014)

Participaciones

Perpetual Burn (Jason Becker) (1988)
Berry Berry Singles (en los 3 bonus tracks) (Nana Kitade) (2007)
Celestial y Catharsis (Skyharbor) (2012)
Nippon Manju (Ladybaby) (2015)

Fuente Wikipedia.


El torrent incluye sus discos en solitario, desde 1998 hasta 2014; los dos discos grabados con Cacophony y dos discos con Metal Clone X de 2012 y 2014.


El pensamiento de Kropotkin: ciencia, ética y anarquía. Ángel Cappelletti [Pdf, epub y otros formatos]



«El derecho al bienestar es la posibilidad de vivir como seres humanos y de criar los hijos para hacerlos miembros iguales de una sociedad superior a la nuestra; al paso que el derecho al trabajo es el derecho de continuar siendo siempre un esclavo asalariado, un hombre de labor, gobernado y explotado por los burgueses del mañana. El derecho al bienestar es la revolución social: el derecho al trabajo es, a lo sumo, un presidio industrial».

«Debo confesar francamente que, a mi modo de ver, esta tentativa de edificar una república comunista sobre las bases estatales fuertemente centralizadas, bajo la ley de hierro de la dictadura de un partido, está resultando un fiasco formidable, Rusia nos enseña cómo no se debe imponer el comunismo, aunque sea a una población cansada del antiguo régimen e impotente para oponer una resistencia activa al experimento de los nuevos gobernantes».

Piotr Kropotkin

Ángel Cappelletti
Los anarquistas, que según dice el propio Kropotkin en el antes citado artículo (anarquismo), «constituyen el ala izquierda» del socialismo, no sólo se oponen a la propiedad privada de la tierra, al sistema capitalista de producción, orientada hacia el lucro, y al régimen del salariado, sino que también hacen notar que el Estado fue y es el instrumento principal de la monopolización de la tierra y de la apropiación (por parte de los capitalistas) del exceso de producción acumulado (plusvalía): «así, al mismo tiempo que combaten el monopolio de la tierra y el capitalismo, los anarquistas combaten con misma energía al Estado, porque es el soporte principal de este sistema; no está o aquella forma de Estado, sino la noción misma de Estado, en bloque, ya sea monarquía o inclusive una república gobernada por medio del referéndum». El Estado es siempre, por su propia esencia, Estado de clase; destinado por naturaleza a favorecer a una minoría en perjuicio de una mayoría. En este punto es donde se revela con mayor claridad quizás la distancia que media entre el comunismo anárquico de Kropotkin y el marxismo. Para nuestro autor, hablar de un Estado obrero o de un Estado de las clases oprimidas es un contrasentido. Las clases oprimidas, al apoderarse del poder estatal, se transforman, para él, ipso facto, en clases opresoras. Por otra parte, entregar al Estado (como pretenden los marxistas y, en general, los socialistas autoritarios) tierras, minas, bancos, ferrocarriles, seguros, industrias principales, etc., además de las funciones que tradicionalmente se le atribuyen, significarían crear un nuevo y más potente instrumento de tiranía. Esto no sería otra cosa sino un capitalismo de Estado, en nada mejor y en muchos sentidos peor que el capitalismo privado. El poder pasaría, en tal caso, del capitalista al burócrata. Por el contrario, el verdadero progreso está en la descentralización (tanto en la dimensión territorial como en la funcional), en el desarrollo de la iniciativa de grupos e individuos, en la federación libre de los mismos, en una organización que vaya de abajo hacia arriba y de la periferia al centro, en lugar de la actual organización jerárquica, que se estructura desde arriba hacia abajo y desde el centro hacia la periferia.

Cuando el 10 de junio de 1920 Margaret Bondfield y un grupo de delegados del partido Laborista inglés lo visitó en su retiro de Dimitrov, Kropotkin les entrega una «carta a los trabajadores del mundo», en la cual, a la vez hace, como dice Berneri, «una crítica serena pero intransigente al bolchevismo como dictadura de partido y como gobierno centralizado», expresa sus ideas acerca del problema de las nacionalidades que forman parte del ex-imperio ruso. Las naciones occidentales no deben basar sus futuras relaciones con Rusia en el supuesto de la supremacía de la nación rusa sobre las diversas nacionalidades que configuraban el dominio de los zares. El imperio ha muerto para siempre, y el porvenir de las diferencias provincias que lo integraban está en una vasta federación. Pero, como bien anota ya el citado Berneri, el federalismo de Kropotkin va más allá de este programa de autonomía etnográfica, y prevé para un futuro próximo la configuración de cada una de las regiones federales como una libre federación de comunas rurales y de ciudades libres. Y lo mismo cree entrever para la Europa occidental.

Mientras tanto, la revolución rusa, que se esfuerza por seguir adelante a partir de la noción de «igualdad de hecho» (esto es, de la igualdad económica), ve frustrados sus propósitos por el centralismo y la dictadura bolchevique, que no hace sino continuar el camino del jacobinismo proletario, emprendido por Babeuf: «Debo confesar francamente que, a mi modo de ver, esta tentativa de edificar una república comunista sobre las bases estatales fuertemente centralizadas, bajo la ley de hierro de la dictadura de un partido, está resultando un fiasco formidable, Rusia nos enseña cómo no se debe imponer el comunismo, aunque sea a una población cansada del antiguo régimen e impotente para oponer una resistencia activa al experimento de los nuevos gobernantes» (citado por Berneri).

Kropotkin reprocha a Lenin y a los bolcheviques el uso indiscriminado de la violencia. «No se puede hacer la revolución con guantes blancos», contesta Lenin. ¿Significa esto que Kropotkin adopta una posición de la no-violencia, como Tolstoi, o que hecha de menos una legalidad democrática en el proceso de cambio, como los mencheviques? Ni lo uno ni lo otro. Por temperamento y por convicción Kropotkin siente disgusto ante la violencia. De ninguna manera se lo puede considerar un teórico del terrorismo. Ni siquiera puede decirse que se muestre entusiasta ante la romántica pasión de Bakunin por la destrucción como «pasión creativa» (Cfr. La reacción en Alemania). Pero tampoco coincide con el iluminismo de Godwin, quien confía en cambiar las bases de la sociedad, discutiendo y racionando, ni con el mutualismo de Proudhon, quien espera conseguir una sociedad sin Estado y sin clases, mediante la mera multiplicación de las cooperativas y los bancos de crédito gratuito. Kropotkin considera la violencia como algo no deseable, pero, a diferencia de Tolstoi, se niega a hacer de ello un principio absoluto. Si bien estima inaceptable su uso ciego e indiscriminado, si bien cree que siempre que sea posible se deben utilizar medios pacíficos y que tan pronto como las circunstancias lo permitan la revolución debe deponer toda actitud de fuerza, no deja de considerar también que cierta clase de no-violencia de ultranza pueda llegar a ser sumamente violento para los oprimidos. Por eso, aunque con disgusto, no puede menos de aceptar la violencia, en la medida en que ella es elemento ineludible en todas las revoluciones y en la medida en que sólo la revolución —y no el legalismo burgués de los mencheviques— puede dar a luz a una sociedad sin clases y sin Estado.

Los marxistas han considerado siempre el comunismo anárquico de Kropotkin como una forma de utopía. El mismo Lenin lo manifestó a sí, en sus cartas, a Kropotkin. Quien quiere los fines quiere los medios —dice— y sin la toma del poder por parte de la clase obrera resulta evidentemente imposible acabar con el sistema capitalista. La toma del poder, a su vez, implica la adopción de medidas de fuerza, y su conservación efectiva, el establecimiento de una dictadura. ¿Cómo, de otra manera, podrá defenderse la revolución contra sus enemigos externos e internos? ¿Cómo podrá salvar, consolidar y extender el socialismo hasta elevarlo al nivel del comunismo sino apoderándose de todos los resortes del Estado y utilizándolos contra quienes se oponen al cambio radical? Los bolcheviques han seguido ese camino. Conquistaron el poder y lo conservaron. Hoy sin embargo, a sesenta años de la revolución de octubre, Kropotkin podría preguntarles: Y bien ¿para qué? ¿Han conseguido realmente construir una sociedad comunista? ¿Se puede decir siquiera que la Unión Soviética se haya establecido un régimen socialista que hacia aquella meta tiende? El Estado ciertamente se ha fortalecido; la dictadura ha sobrepasado en cuanto a todas las formas de concentración del poder hasta ahora conocidas, pero ¿ha servido eso para algo? ¿Podemos creer honestamente que el actual régimen soviético es un régimen socialista? ¿No se trata más bien de un capitalismo de Estado, en nada mejor, y en muchos aspectos peor que el capitalismo privado? Y si la utopía de una doctrina o de un programa se mide por la inadecuación de principios entre medios y fines ¿no será el comunismo estatista y autoritario más utópico que el anti-autoritario y anárquico que defendía Kropotkin? Al valerse del Estado y al tomar el poder los bolcheviques se han metido, sin duda, en el escenario de la historia, pero en él han representado un papel totalmente diverso del que había asignado; ha hecho muchas cosas, y creen por eso no ser utópico, pero han hecho precisamente lo contrario de lo que se proponían hacer, y son por eso más utópicos que nadie.




Entre campesinos. Errico Malatesta [Pdf, epub y otros formatos]



Pepe.— Espera, ahora que estamos reunidos, para no separarnos con la boca seca, vamos a beber un vasito, y entretanto te preguntaré alguna otra cosa. Todo lo que me has dicho lo he comprendido...; después recapacitaré en ello y procuraré persuadirme por mí mismo. Pero tú no me has dicho casi ninguna de aquellas palabras difíciles que oigo pronunciar siempre que se habla de estas cosas y que me enredan la cabeza porque no las comprendo. Por ejemplo, he oído decir que vosotros sois comunistas, socialistas, internacionalistas, colectivistas, anarquistas y qué se yo. ¿Puede saberse qué significan precisamente estas palabras y qué es lo que sois verdaderamente?

Jorge.— ¡Ah!, justo; has hecho bien en preguntarme esto, porque las palabras son necesarias para entenderse y distinguirse; pero cuando no se comprenden bien, son causa de confusiones.

Debes saber, pues, que los «socialistas» son aquellos que creen que la miseria es la causa primera de todos los males sociales, y que hasta que no se le haya hecho desaparecer, no habrá modo de destruir la ignorancia, la esclavitud, la desigualdad Política, la prostitución y todos los demás males que mantienen al pueblo en tan terrible estado y que son, sin embargo, casi nada comparados con los sufrimientos que se derivan directamente de la miseria. Los «socialistas» creen que la miseria depende del hecho de que la tierra y todas las primeras materias, las máquinas y los instrumentos del trabajo pertenezcan a unos Pocos individuos, los cuales disponen por esto de la vida y muerte de la clase trabajadora, y se encuentran en un continuo estado de lucha y competencia, no sólo contra los proletarios, que nada poseen, sino entre ellos mismos, para disputarse unos a otros la propiedad. Los «socialistas» creen que aboliendo la propiedad individual, o sea la causa, se abolirá al propio tiempo la miseria, o sea el efecto. Y esta propiedad se puede y debe abolir, porque la producción y la distribución de las riquezas debe hacerse según el interés actual de los hombres, sin ninguna consideración a los llamados derechos conquistados, o sean los privilegios que los señores actuales se abrogan con la excusa de que sus antepasados fueron más fuertes o más afortunados y astutos, o sea más virtuosos o laboriosos que los demás.

Así, pues, se da el nombre de «socialista» a todos aquellos que quieren que la riqueza social sirva a todos los hombres, y que quieren también que desaparezcan los propietarios y los proletarios, ricos o pobres, amos o subordinados.

Años atrás, esto era regla sabida; bastaba llamarse «socialista» para que uno fuera perseguido y odiado por los señores, los cuales hubieran preferido mejor un millón de asesinos que un solo socialista. Pero, como ya he dicho, cuando los señores y todos aquellos que quieren serlo, vieron que, a pesar de todas sus persecuciones y calumnias, el «socialismo» avanzaba y el pueblo principiaba a abrir los ojos, pensaron que había necesidad de enredar la cuestión para mejor engañarlo; muchos de ellos comenzaron por decir que también eran socialistas, porque ellos también querían el bien del pueblo y comprendían perfectamente la necesidad de destruir o disminuir la miseria. Primero dijeron que la cuestión de la miseria y los males que de ella se derivan, no existían; hoy que el socialismo los amedrenta, dicen que es socialista todo aquel que estudia dicha cuestión social, como podría llamarse médico al que estudiara una enfermedad, no con la intención de curarla, sino de alargarla todo lo posible.

Así, pues, hoy se encuentran personas que se llaman socialistas, entre los republicanos, realistas, magistrados, policías, en todas partes, y su socialismo consiste en entretener al pueblo o hacerse nombrar diputados prometiendo cosas que, aunque quisieran, no podrían mantenerlas.

Hay ciertamente, entre estos falsos socialistas, algunos de buena fe, y que creen obrar bien; pero, ¿qué importa? Si uno, creyendo haceros bien, os matara a bastonazos, procuraríais seguramente quitarle el palo de las manos, y todas sus buenas intenciones servirían a lo sumo para evitar que le rompierais la cabeza, cuando se lo hubieseis quitado.

Por eso, cuando uno os dice que él es «socialista», preguntadle si quiere abolir la propiedad individual, o en una palabra, si quiere o no desposeer a los señores de todas sus riquezas para ponerlas en común. Si responde que si, abrazadlo; si no, poneos en guardia, porque trataréis con un enemigo.

Pepe.— Así, pues, tú eres «socialista», he comprendido. ¿Pero qué es lo que quiere decir comunista y colectivista?

Jorge.— Los comunistas y los colectivistas son todos socialistas, pero tienen ideas diversas respecto a lo que debe hacerse, después que la propiedad sea común; haz memoria, pues creo haber explicado algo de esto; los colectivistas dicen que cada trabajador, o mejor dicho, cada asociación de trabajadores, debe poseer las primeras materias y los instrumentos para trabajar, y cada uno debe ser dueño del producto de su trabajo. Mientras que uno vive, lo gasta o lo conserva, hace de él lo que quiere, menos hacerlo servir para hacer trabajar a los demás por su cuenta, y cuando muere, si ha ahorrado algo, vuelve a la comunidad. Sus hijos tienen, naturalmente, los medios para poder trabajar y gozar del fruto de su trabajo y hacerles heredar sería un primer paso para volver a la desigualdad y al privilegio. En lo referente a la instrucción, al mantenimiento de los niños, de los viejos o inutilizados por el trabajo; de las calles, agua, iluminación e higiene pública, y a todas aquellas cosas que deben realizarse en beneficio de todos, cada asociación de trabajadores aportaría un tanto para compensar a los que desempeñan estos oficios.

Los comunistas van más lejos aún, diciendo: ya que para adelantar bien es necesario que los hombres se amen y se consideren como miembros de una sola familia; ya que la propiedad debe ser común, ya que el trabajo para ser muy productivo y servirse de las máquinas, debe hacerse por grandes colectividades obreras: ya que, para aprovechar todas las variaciones del terreno y condiciones atmosféricas y hacer que cada lugar produzca lo que mejor a él se adapte, y, para evitar, por otra parte, la competencia y los odios entre diferentes países y que la gente acuda a los puntos más ricos, es necesario establecer una solidaridad perfecta entre todos los hombres del mundo, como que, además, sería una cosa muy difícil de distinguir en un producto la parte que a cada factor diverso pertenece, en lugar de confundirnos con lo que cada uno puede haber trabajado, trabajaremos todos y lo pondremos todo en común.

Así, cada individuo dará a la sociedad todo aquello que sus fuerzas le permitan dar, mientras no existan productos suficientes para todos; y cada uno tomará todo aquello que necesite, limitándose, se entiende, en todas aquellas cosas en las cuales no se haya podido llegar a la abundancia.

Pepe.— Un momento. Antes debes explicarme qué significa la palabra solidaridad, porque has dicho que debe existir una solidaridad perfecta entre todos los hombres, y yo, a decirte verdad, no lo he comprendido.

Jorge.— Por ejemplo, en tu familia, todo aquello que ganas tú, tus hermanos, tu mujer, los hijos, los ponéis en común. En común os repartís la comida y si no hay bastante para todos, todos juntos coméis menor. Ahora, si uno de vosotros tiene una fortuna o gana más dinero, es un bien para todos; si, al contrario, uno queda sin trabajo o se pone enfermo, es mal para todos, porque ciertamente, entre vosotros, aquél que no trabaja come igual que los demás, y aquel que está enfermo causa gastos mayores a veces. De esta manera sucede que en nuestra familia, en lugar de quitamos unos a otros el pan de la boca procuráis ayudaros porque el bien de uno lo es de todos y el mal de otro también. De este modo se evitan los odios y la envidia y se desarrolla un afecto recíproco, que no existe nunca en aquella familia cuyos intereses están divididos.

Esto se llama solidaridad. Se trata, pues, de establecer entre todos los hombres las mismas relaciones que existen en una familia cuyos individuos se quieren de verdad.

Pepe.— He comprendido. Ahora, volviendo a la cuestión, dime si tú eres comunista o colectivista.

Jorge.— Soy comunista porque, cuando se ha de ser amigos, vale más serlo por completo que amigos a medias. El colectivismo deja aún los gérmenes de la rivalidad y del odio. Pero aún hay más. Si cada uno pudiese vivir con lo que él mismo produce, el colectivismo sería siempre inferior al comunismo, porque tendería a mantener a los hombres aislados, y, por consiguiente, disminuiría sus fuerzas y sus afectos; pero a pesar de esto, podríase marchar con él. Pero como, por ejemplo, el zapatero no puede comer zapatos, ni el fundidor hierro, y el agricultor no puede fabricar por sí mismo todo aquello que necesita, y no puede siquiera cultivar la tierra sin los operarios que extraen el hierro y los que fabrican los instrumentos, y así todo lo demás, habría necesidad de organizar el cambio entre los diversos productores, teniendo en cuenta para cada una aquello que produce. Entonces sucedería necesariamente que el zapatero, por ejemplo, procuraba dar el mayor valor posible a sus zapatos, pretendería por un par de ellos, adquirir la mayor cantidad posible que quisiera de otros productos, y el agricultor por su parte procuraría darle la menor cantidad posible. ¿Quién seria capaz de arreglarlo? El colectivismo me parece que daría lugar a una cantidad de cuestiones y se prestaría siempre a muchos enredos que, a durar mucho, tal vez nos volverían al punto de partida.

El comunismo, por el contrario, no da lugar a ninguna dificultad; todos trabajan y todos disfrutan de todo. Basta sólo saber cuáles son las cosas que se necesitan para satisfacer a todos, y hacer de modo que todas estas cosas sean abundantemente producidas.

Pepe.— ¿En el comunismo no habría, pues, necesidad de moneda?

Jorge.— Ni de moneda ni de nada que la sustituya. Nada más que un registro de las cosas pedidas y de las producidas, para tener siempre la producción a la altura de las necesidades.

La sola dificultad seria si hubiese muchos que no quisieran trabajar; pero ya he dicho las razones por las cuales el trabajo, que hoy es una pena tan grave, se cambiaría en un placer, al mismo tiempo que en una obligación moral, que sólo un loco podría rechazar. También he dicho que lo peor que puede suceder si por efecto de la mala educación que hemos recibido o por alguna privación a la cual deberíamos sustraernos antes que la nueva sociedad fuese organizada y la producción multiplicada en proporción de las nuevas necesidades, si, repito, hubiese quienes no quisieran trabajar o que quisieran crear dificultades, todo se reduciría a echarlos de la comunidad, dándoles las primeras materias y los instrumentos de trabajo, para que trabajaran por su cuenta. Así, cuando quisieran comer, se pondrían a trabajar. Pero ya verás como estos casos no abundarán.

Además, que lo que nosotros queremos hacer por la fuerza es poner en común los terrenos, materias primas, instrumentos de trabajo, Edificios y todas las riquezas que actualmente existen. Referente al modo de organizarse y de distribuir la producción, el pueblo hará lo que quiera, tanto más cuanto que en la práctica puede verse cuál es el mejor sistema. Hasta puede preverse, casi con certeza, que en unos sitios se establecerá el comunismo, en otros el colectivismo y en otros otra cosa, y cuando se haya visto cuál sistema es el mejor, los demás lo irán adoptando.

Lo esencial, recuérdalo bien, es que nadie empiece queriendo mandar a los demás y apropiarse de la tierra y útiles de trabajo. A esto hay que estar atentos, para impedirlo, si sucediera, aunque tuviéramos que recurrir a las armas; lo demás irá por sí solo.

Pepe.— Esto también lo he comprendido. Dime ahora, ¿qué es la anarquía?

Jorge.— Anarquía, significa no gobierno. ¿No te he dicho ya que el gobierno no sirve sino para defender a los señores, y que cuando se trata de nuestros intereses, lo más lógico es que procuremos por ellos nosotros mismos, sin que alguien venga a mandarnos? En lugar de nombrar diputados y consejeros comunales que hacen y deshacen, a los cuales nos toca obedecer, trataremos nosotros mismos lo que nos atañe y decidiremos lo que hay que hacer, y cuando, para poner en ejecución nuestras deliberaciones, hubiese necesidad de encargarlas a alguno, le encargaríamos hacer tal o cual cosa y nada más. Si se tratase de cosas que no pueden establecerse en seguida, entonces encargaríamos a los que son capaces de ello, que lo vieran, estudiaran y propusieran; de todos modos nada se efectuaría sin nuestra voluntad. Así, nuestros delegados, en lugar de ser individuos a los que habríamos, dado el derecho de mandarnos, serían personas escogidas entre las más inteligentes en todas las materias, que no tendrían autoridad y sí sólo el deber de efectuar lo que los interesados quisieran; por ejemplo: uno se encargaría de organizar las escuelas, o trazar una calle o proveer el cambio de productos, de la misma manera como se encarga hoy al zapatero que haga un par de zapatos.

Esto es la anarquía. Además, que si quisiera explicarte todo lo que sobre este tema hay que hablar, debería explicar otro tanto más de lo que ya hemos hablado. Otra vez lo haremos más extensamente.

Pepe.— Está bien, pero entretanto, ya que me has excitado la curiosidad, te pido que me des otra explicación respecto a lo mismo. Explícame cómo debería arreglarme, pobre ignorante como soy, para entender todas aquellas cosas que llaman política y efectuar por mí mismo lo que hacen los ministros y diputados.

Jorge.— ¿Qué es lo que hacen ministros y diputados para que tengas que lamentarte de no saberlo hacer? Hacen las leyes y organizan la fuerza para sujetar al pueblo y garantizar la expoliación que ejercen los propietarios: he ahí todo. Esta ciencia no tenemos ninguna necesidad de aprenderla.

Verdad es que los ministros y diputados se ocupan de muchas cosas que son buenas y necesarias; pero mezclarse en ellas para volverlas en provecho de una clase dada o de una persona, o entorpecer el desarrollo con reglamentos inútiles y vejatorios no quiere esto significar que uno se ocupe de dichas cosas. Por ejemplo: esos señores intervienen en los asuntos ferroviarios; pero para construir y aprovechar un ferrocarril, no hay ninguna necesidad de ellos, como no hay necesidad de los accionistas; bastan los ingenieros, los mecánicos, obreros y empleados de todas categorías, y éstos siempre subsistirán, aun cuando los ministros, diputados, y otros parásitos hayan desaparecido por completo.

Lo mismo puede decirse del correo, del telégrafo, de la navegación, de la instrucción pública, de los hospitales, cosas todas ellas efectuadas por trabajadores diversos, como empleados postales, telegrafistas, marineros, maestros, médicos y en las cuales el gobierno sólo se introduce para estorbar, aprovecharse y esquilmar.

La política, tal como la entienden y efectúan las gentes del gobierno, es para nosotros una cosa difícil, porque se ocupa de cosas que, a nosotros, los trabajadores, nos importan dos cominos y porque no tienen nada que ver con los intereses reales de la población, a la que sólo tiende a engañar y dominar. Si, al contrario, se tratase de establecer lo mejor posible las necesidades del pueblo, entonces resultaría mucho más difícil para el diputado que para nosotros.

De hecho, ¿qué quieres que sepan los diputados que viven en Roma de las necesidades de todas las ciudades y campiñas de Italia? ¿Cómo quieres que gente que, generalmente, ha perdido su tiempo en el latín y el griego y lo pierde actualmente con peor utilidad, pueda comprender los intereses de los diferentes oficios? De otra manera sucedería si cada uno se ocupase de las cosas que sabe y de las necesidades que siente y ve.

Hecha la revolución, necesitamos principiar las cosas por abajo e ir subiendo gradualmente. El pueblo se encuentra dividido en agrupaciones y en cada una hay diversos oficios que en seguida, bajo el efecto del entusiasmo y el impulso de la propaganda, se constituirían en asociaciones. Ahora dime, los intereses de vuestra agrupación y de vuestro oficio, ¿quién mejor que vosotros los comprenderá?

Cuando se trate de poner de acuerdo muchas agrupaciones u oficios, los delegados respectivos llevarán a una asamblea a propósito los votos de los que los envíen y tenderán a armonizar las diversas necesidades y los varios deseos. Las deliberaciones estarán siempre sujetas a la comprobación y aprobación de los mandantes, de modo que no hay peligro de que los intereses del pueblo sean relegados al olvido.

Y de este modo se procederá, hasta poner de acuerdo a todo el género humano.

Pepe.— Pero si en un país o en una asociación hay quien lo comprende de una manera y quien de otra, ¿cómo se arreglará? Vencerán los que estén en mayoría, ¿verdad?

Jorge.— De derecho, no, porque ante la verdad y la justicia, el número no tiene valor y a veces uno solo puede tener razón contra cien. En la práctica Se arreglará como se pueda; se harán esfuerzos por conseguir la unanimidad cuando fuese posible, o se remitirá la decisión a una tercera persona árbitro, salvo siempre la, inviolabilidad de los principios de igualdad y de justicia, por los cuales se rige la sociedad.

Nota, sin embargo, que las cuestiones en que no podrá ponerse de acuerdo sin recurrir al voto o al arbitraje, serán muy pocas o de escasa importancia, porque no existirán ya las divisiones de intereses como existen hoy, porque cada uno podrá elegir el pueblo y la asociación, o sea los compañeros más afines y, sobre todo, porque se tratará siempre de decidir, sobre asuntos claros, que todos puedan comprender y que pertenecen más bien al campo positivo de la ciencia que al campo movible de la opinión. Y cuanto más se adelante, tanto más inútil será el voto, anticuado y hasta ridículo, porque cuando se haya encontrado, mediante la experiencia, en un problema dado, la solución que mejor satisfaga las necesidades de todos entonces habrá sólo necesidad de demostrar y persuadir, no de aplastar con una mayoría numéricas la opinión contraria. Por ejemplo, ¿no os haría reír el que se llamase hoy a los campesinos a votar sobre la época en que se debe sembrar el trigo, cuando ese es un asunto solucionado ya por la experiencia? Y si no fuese así, ¿recurriríais al voto o a la experiencia? Así pisará con todo lo que se refiere a la utilidad pública y privada.

Pepe.— Pero, ¿y si, a pesar de todo, hubiese quien por un capricho cualquiera quisiera oponerse a una deliberación acordada en interés de todos?

Jorge.— Entonces claro está que se necesitaría recurrir a la fuerza, porque, si no es justo que una mayoría oprima a una minoría tampoco lo es lo contrario, y como las minorías tienen el derecho de insurrección, las mayorías lo tienen de defensa, y, no ofenda la palabra, el de represión.

No olvides que siempre y en todas partes los hombres tienen el derecho imprescindible a las materias primas y a los útiles de trabajo, así es que pueden siempre separarse de los demás y quedar libres e independientes. Verdad que esta no es una solución satisfactoria, porque así los disidentes quedarían privados de muchas ventajas sociales que el individuo aislado o el grupo no pueden producir y que reclaman el concurso de toda una gran colectividad... ¿qué quieres? los mismos disidentes no podrían pretender que la voluntad de muchos fuese sacrificada a la de pocos.

Convéncete; fuera de la solidaridad, del amor, de la mutua asistencia y cuanto surge de la mutua tolerancia, no hay sino tiranía y guerra civil; pero ten la seguridad de que, como la tiranía y la guerra civil dañan a todos indistintamente, apenas los hombres sean árbitros de sus destinos, se inclinarán a la solidaridad, por la cual solamente pueden realizarse nuestros ideales, y por ello la paz, el bienestar y el progreso universal.




Un rey golpe a golpe (Biografía no autorizada de Juan Carlos I). Patricia Sverlo [Pdf & epub]



El mayor tabú informativo de España es abordado por primera vez con una dureza sin precedentes en una biografía no autorizada que promete levantar ampollas. Desde la traición a su padre, a su papel en el 23-F, la construcción de una gran fortuna personal mediante dudosos negocios, a sus escándalos sexuales y su interferencia en la independencia de los tribunales.

Se trata de algo más de cuatrocientas páginas demoledoras, repletas de documentación y datos que repasan la historia reciente de España y la implicación Real en todos los oscuros asuntos de nuestro país: Mario Conde, GAL, KIO…

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COMUNICADO PLATAFORMA NAHUEL LIBERTAD



El pasado 4 de noviembre de 2015, 6 integrantes del colectivo Straight Edge Madrid fueron detenidxs y acusadxs por parte del tribunal de excepción la Audiencia Nacional. Durante su detención vieron vulnerados sus derechos como detenidxs. Su único crimen es su ideología anarquista, vegana y en contra de todo tipo de drogas. Su trabajo es conocido por hacer jornadas antiespecistas y fiestas libres de drogas en las que se fomenta un ocio alternativo y saludable para la juventud. 

Nahuel
A raíz de esa operación represiva cuatro personas salieron en libertad con cargos, con fianzas entre los 3.000 y los 10.000€, y las otras dos personas ingresaron en prisión preventiva sin fianza. Una de ellas fue Nahuel, que actualmente sigue secuestrado por el Estado en Régimen F.I.E.S. 3 articulado (destinado a personas peligrosas o conflictivas). Su estancia en prisión está marcada por la excepcionalidad, ha permanecido en aislamiento durante 30 días, no le están permitiendo llevar una dieta libre de ingredientes de origen animal, con traslados que han sido comunicados al preso con menos de 24 horas de antelación, y cuyo objetivo no es otro que la desconexión e inadaptación de Nahuel. Así como la reducción de sus llamadas, el control en las comunicaciones e incluso la prohibición de usar el gimnasio.

Hasta mediados de diciembre el proceso ha estado bajo secreto de sumario, lo que ha implicado una vulneración en el derecho a la defensa judicial, por no tener los abogados conocimiento de que eran acusadxs. Mientras los medios de comunicación del Régimen, tenían acceso a información a la que ni lxs acusadxs ni sus abogados podían acceder. Actualmente el caso está en proceso de instrucción por lo que la investigación sigue abierta.

La operación ICE contra SxE Madrid es una más de las que en los dos últimos años se ha realizado contra jóvenes comprometidos con el cambio social. Existe una clara persecución ideológica contra la disidencia y estamos segurxs de la inocencia de los imputadxs. 

Por todo ello pedimos la libertad de Nahuel y la absolución de todo el resto de implicadxs en el caso. 

NAHUEL LIBERTAD

NO MÁS PRES@S

ABSOLUCIÓN ENCAUSADXS POR LUCHAR


Fuente:

http://plataformanahuellibertad.blogspot.com.es/2016/02/comunicado-plataforma-nahuel-libertad.html

Élisée Reclus. Patria y humanidad (1904)


La cuestión —si el patriotismo es incompatible con el amor a la humanidad— no puede tratarse sin una definición preliminar. ¿Qué es el ”patriotismo” tomado en el sentido verdaderamente popular, subentendido en toda fraseología? Es el amor exclusivo a la patria, sentimiento que se complica con un odio correspondiente contra las patrias extranjeras. ¿Y qué es la patria? Un territorio grande o pequeño, netamente delimitado por fronteras de origen diverso, obstáculos naturales, barreras artificiales o simples líneas trazadas según la voluntad de alguno, antes sobre el papel, después trasladadas al terreno. Partiendo de estas definiciones que ciertamente responden a la idea general de los pueblos interesados, tal cual es por lo demás sancionada triplemente por la diplomacia, por el régimen militar y por el sistema fiscal, se debe reconocer que la patria y su derivado, el patriotismo, son una deplorable supervivencia, el producto de un egoísmo agresivo que no puede conducir más que a la ruina de las mejores obras humanas y al exterminio de los hombres.

Pero el pueblo es sencillo, y bajo esa palabra ”patria” se le han dado a entender mil cosas dulces y bellas que no implican en manera alguna la división de la tierra en parcelas enemigas. El suave perfume de la tierra natal, las figuras sonrientes de los viejos que nos aman, los recuerdos queridos de estudio y de investigaciones con compañeros atrevidos, las obras emprendidas en común en la juventud y sobre todo la fábula que resonó primero en nuestro oído, y en la que hemos escuchado las palabras que han decidido nuestra vida, todo esto es herencia natural de todo hombre en cualquier parte del mundo en que esté situada su cuna, todo esto es anterior a la idea de una patria limitada, y es puro sofisma querer coligar estos sentimientos con la existencia de un polígono efímero cortado sobre la redondez de nuestra planeta.

Hay al contrario completa oposición entre estas primeras impresiones que nos ligan a la tierra y a la sociedad humana y todas las líneas de división que impiden la libre formación de los grupos humanos y que intentan limitar lo que por la naturaleza de las cosas es indisciplinable, la simpatía de los hombres entre sí, su espíritu de mutua benevolencia y de solidaridad. Históricamente, la patria fue siempre mala y funesta. Fue siempre un dominio, reivindicado como propiedad exclusiva por un amo absoluto, o bien por una banda de amos organizados en jerarquía, o, como en nuestros días, por un sindicato de clases privilegiadas y dirigentes. Siempre, por mucho que nos remontemos en el pasado, hallamos que los ciudadanos pacíficos han debido, en nombre de una patria de fronteras siempre diversas, trabajar, pagar y combatir, siempre oprimidos por los parásitos, reyes, señores, guerreros, magistrados, diplomáticos y millonarios. Y fueron esos parásitos en lucha con otras bandas de haraganes los que han marcado las barreras de separación entre pueblos vecinos, hermanos a causa de los intereses comunes. Para defender o ensanchar esos límites absurdos se han sucedido las guerras a las guerras: era preciso que los mojones limítrofes fuesen plantados entre cadáveres, como en un tiempo las puertas de las ciudades.

En nuestros días, las fronteras son más funestas que nunca, aun cuando son más a menudo atravesadas, porque son conservadas más metódica, más científicamente que en el pasado con fortificaciones, puestos de aduana, guardias móviles. Si el comercio consigue penetrar bajo el impulso de necesidades vitales, ocurre sólo después de largas explicaciones entre los Estados y la construcción de grandes obras militares. La zona de separación es tabulada en toda su longitud; y con maquinaciones incesantes, con la ayuda de verdaderos crímenes, se suscitan odios tremendos a ambos lados de la frontera ficticia, trazada a lo largo de algún arroyo entre los bosques y los prados. Y casi diré que hay de escandaloso este hecho, que en el siglo de las locomotoras y de los motociclos de toda especie no hay más que una línea ferroviaria entre Francia y España, y ni siquiera una carretera viable a través de los Pirineos. A pesar de la Geografía, no se quiere que las dos naciones sean vecinas, no se quiere que, cesando de ser patrias diversas, se conviertan en un solo país de una misma familia unida.

El vasto mundo nos pertenece y nosotros pertenecemos al mundo. Abajo todas las fronteras, símbolos de dominación y de odio. Tenemos prisa por poder abrazar al fin a todos los hombres y llamarnos sus hermanos.



Por qué perdimos la guerra. Abad de Santillán [Pdf & epub]


Hemos asistido de cerca, en cierto grado, a los comienzos de la intervención rusa en España. Se nos colmaba de elogios. En el Manchester Guardian apareció el 22 de diciembre de 1936 una entrevista con Antonov Ovsenko, una especie de homenaje a nuestro esfuerzo ante el mundo. Contra nosotros, personalmente, se inició una especie de persecución a fuerza de banquetes, de promesas, de halagos. ¿Qué se pretendía? Eramos un obstáculo para una intervención que fuese más allá de lo conveniente, de lo aconsejado por una legítima solidaridad. Había que tantear nuestra resistencia. Antonov Ovsenko y Stajevsky, con la plana mayor militar, aérea y naval, y con los técnicos industriales que nos había enviado Rusia para poner bien de relieve la superioridad de los militares y de los técnicos españoles, no nos dejaban un instante de sosiego. Por iniciativa suya iban a Barcelona, Negrín y Prieto, por su iniciativa nos hacían mantener relaciones. Por su iniciativa fue derribado Largo Caballero, divulgando en Cataluña que, mientras él estuviese en el Gobierno, no tendría armamento el frente de Aragón, mientras que la negativa de armamento a nuestro frente era cosa exclusivamente rusa, como se vio claramente más tarde. Por su iniciativa hubimos de dejar nosotros las milicias, el último gran obstáculo que se presentaba a sus proyectos de intervención y de control de la guerra y de la política españolas. Para inspirarnos confianza se nos hizo llegar alguna pequeña cantidad de armas y municiones, advirtiéndonos que era por imposición suya y bajo nuestra garantía personal. Armamento pésimo, anticuado, inservible la mayoría de las veces. En cierta ocasión nos fueron entregados nueve mil rifles, pero por su intervención los hemos devuelto al frente de Madrid con nuestros hombres.

Interesan poco los pormenores de aquellas conversaciones. Nos alarmaba ver en qué poco tiempo disponían aquellos hombres recién llegados de las cosas de España, de los hombres del Gobierno, como si fuésemos una colonia bajo su tutela. Eran ellos los que resolvían quién había de detentar el Gobierno y cómo había que gobernar. Teníamos que negociar por fuerza con el Gobierno de Valencia, en demanda de divisas o de materias primas. Stajevsky, insinuante, nos había advertido que contásemos con él para conseguir que Prieto y Negrín accediesen a lo que nosotros solicitásemos. Y así hubimos de hacer algunas veces para no encontrarnos con las puertas cerradas.

Se nos propuso la venta de los tejidos de Cataluña estando nosotros en el Gobierno autónomo y nos rehusamos porque la operación nos parecía ruinosa; se nos pidió la eliminación de Andrés Nin y su Partido y nos negamos a esos favores. Por lo visto no éramos pasta maleable, no podíamos figurar en el elenco de los instrumentos de Rusia, como habían consentido en serlo Prieto y Negrín, el primero por deshacerse de Largo Caballero, el segundo por simple irresponsabilidad de aventurero, a quien Prieto había forjado la escala de sus fantásticos ascensos y había dejado las manos libres para sus geniales innovaciones de hacendista, cuyo primer gesto fue entregar a los rusos la mayor parte del oro del Banco de España, y el segundo crear un astronómico ejército de carabineros para uso particular.

No hemos palpado directamente las formas de la intervención italiana y alemana en la España llamada nacionalista. Habrá sido tan manifiesta, pero no más que la intervención rusa en la España leal. Con la diferencia que del otro lado se tenía la justificación de la ayuda efectiva, y de nuestro lado no había tal ayuda, y el dominio ruso lo controlaba todo, desde las finanzas hasta los más insignificantes nombramientos.

Como argumento máximo para esa tolerancia de todos los partidos y organizaciones ante la injerencia rusa irritante, se decía que era Rusia el único país que nos hacía entregas de armamento y municiones. No lo hacía gratis, claro está, sino a precios de usura enormes, y llegase o no llegase el material a nuestros puertos. El propio Prieto confiesa que ha consentido en firmar recepción de materiales que no habían llegado a España y cuenta, entre otros, un curioso entredicho por la firma en blanco, sin saber para qué destino, de un cheque por 1 400 000 dólares. Pero las armas rusas, aparte de caras, eran de la peor calidad, y además escasas, y por sobre todo distribuidas con un partidismo desmoralizador, a trueque de rendir homenaje al genio de Stalin. No podían resolver las necesidades de la guerra y nos cerraban el camino para negociaciones con otros países, hostiles a Rusia, y que no querían saber nada de una España en manos de los emisarios o de los agentes soviéticos.

Tétrica imagen de la Puerta de Alcalá en 1937. El autoritarismo comunista, con Stalin a la cabeza, en todo su esplendor.

El primer incidente con los rusos lo tuvimos en materia comercial, y desde entonces nuestros recelos, fueron en aumento. Nos querían comprar los tejidos, como hemos dicho, y ya por entonces habíamos hecho tentativas diversas de venta de potasas a Francia e Inglaterra, con el resultado, siempre, de ver embargados los pequeños cargamentos de prueba. Propusimos a los rusos que fuesen ellos los compradores de nuestra potasa, una gran riqueza que podía financiar una parte de la guerra. Los barcos que llegaban a España desde Odessa podían volver cargados de potasa. Rusia se negó a esa compra argumentando que pertenecía al trust de la potasa, en el cual Alemania tiene la parte principal. Se era más fiel al trust de la potasa que a los sentimientos tan cacareados de solidaridad con la España republicana. Se prefería comprar la potasa necesaria al trust y no comprar la nuestra, de alta calidad. Francia e Inglaterra prestándose al juego del embargo de mercaderías y Rusia negándose a adquirir la potasa y a pagarla como quisiera, en otra materia prima cualquiera o en armamento, han procedido de igual manera.

Se equivocaba, sin embargo, Rusia con España, si es que había llegado con el propósito de establecer un intervencionismo duradero y no obraba ya en connivencia con el Estado mayor alemán y con los intereses alemanes; terminada la guerra, se habría liquidado su predominio y su injerencia, que rechazaba en absoluto el pueblo español, aunque haya habido suficientes traidores para comprar sus ascensos y su hegemonía de una hora a cambio de una profesión de fe staliniana no sentida. El día siguiente de la guerra habría sido el primero de la liquidación del moscovitismo en España, si triunfaba la República; lo fue, desgraciadamente, pero a través del triunfo de Franco, que fue más afortunado con sus aliados de lo que lo ha sido la República con los suyos...